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La cuestión está en el aire

Los automóviles que utilizan gasolina y diesel para su funcionamiento generan dos tipos de emisiones:

  • Bióxido de carbono (C02) que si bien no es directamente dañino para la salud es un gas causante del calentamiento global.
  • Contaminantes locales o criterio (no relacionadas con el cambio climático) que pueden ser peligrosos para la salud[1] cuando su presencia en el aire excede cierto límite.
La población de la ciudad de México conoce la condición de estos contaminantes en la atmósfera mediante el Índice Metropolitano de Calidad del Aire (IMECA). Cuando se alcanzan niveles considerados perjudiciales para la salud se activan planes para reducir estas emisiones restringiendo la circulación de automóviles y  suspendiendo actividades al aire libre.  La reducción de las contingencias ambientales y de ciertos contaminantes en los últimos años ha hecho que The Economist aplauda la mejor calidad del aire de la ciudad de México.
No obstante, esta mejora ambiental no es real y los riesgos para la salud persisten debido a que las normas[2] que establecen los límites aceptables de estos contaminantes no han sido actualizadas (La Ley Federal de Metrología y Normalización exige que cada cinco años sean revisadas y actualizadas; pero la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) -en quien recae la obligación de hacerlo- no ha cumplido con su deber).  Incluso los límites de concentración máxima de contaminantes aceptados actualmente y definidos por la COFEPRIS -con los que se define el IMECA- se encuentran por arriba de los recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se estima que en la Zona Metropolitana del Valle de México los niveles de partículas suspendidas respirables (PM2.5) y ozono se asocian con alrededor de 4,000 muertes prematuras y con 2.5 millones de días perdidos de trabajo al año (INE, 2005). La OMS calcula que la mala calidad del aire[3] causó, en 2008, 14,734 muertes en todo México. Esta condición es aún más alarmante a nivel nacional ya que el Instituto Nacional de Ecología (2011) señala que el 60% de la población no puede conocer la calidad del aire que respira debido que los sistemas de monitoreo local no generan  información de manera consistente ni suficiente.
Tal situación tiene pocas explicaciones y todas pasan por la poca importancia que el gobierno federal le otorga al tema de la contaminación urbana, y por la negligencia de los gobiernos locales para garantizar la seguridad de su población. Ante esto, diversas organizaciones de la sociedad civil han lanzado la campaña Házla de Tos para hacer notar esta situación y demandar  la actualización de las normas de salud correspondientes a los niveles recomendados por la OMS.
Para todos, la cuestión está en el aire.
Fuentes:
  1. INE. (2005). Movilidad en la Ciudad: Transporte y Calidad de Vida. México: Instituto Nacional de Ecología.
  2. INE (2009). Guía metodológica para la estimación de emisiones vehiculares en ciudades mexicana.  México: Instituto Nacional de Ecología – Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
  3. INE (2011). Cuarto almanaque de datos y tendencias de la calidad del aire en 20 ciudades mexicanas (2000-2009). México: Instituto Nacional de Ecología – Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
[1]La calidad del aire es una medida del de la condición del aire que señala el grado de contaminación atmosférica  y su nivel de calidad para ser respirado por seres humanos.
[2]Se les asocia con alergias, mareos, fatiga, dolores de cabeza; problemas cardiovasculares y respiratorios; con diversos tipos de cáncer, con problemas del sistema nervioso, con nacimientos prematuros, entre otros padecimientos de salud. (Instituto Nacional de Ecología, 2011).
[3]Normas de salud ambiental: NOM-025-SSA1, NOM-020-SSA1, NOM-023-SSA1, NOM-021-SSA1 y NOM-022-SSA1.Las Normas Oficiales Mexicanas sobre Calidad del Aire fueron publicadas por la Secretaría de Salud en el Diario Oficial de la Federación el 23 de diciembre de 1994.
Publicado originalmente en Letras Libres

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