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Medida para ciudades de primera: correr.


Hace un tiempo platicaba con un colega –@Pedestre– sobre el hecho
de que regularmente me ejercito saliendo a correr. Él me comentaba que el solía
hacerlo cuando estudiaba su maestría, en Boston. Me platicaba de lo fácil que
era correr en esa ciudad, gracias a sus banquetas y calles, hasta sus espacios verdes
y áreas alrededor del río, además de que fue un ejercicio con el cual logró
conocer parte de la ciudad. Sus palabras me evocaron a la imagen que describe
Haruki Murakami en su libro “De qué hablo cuando hablo de correr”:
“En verano, en el área de Boston,
hay días tan desagradables que sólo querrías maldecirlo todo. Pero si se
aguanta eso, el resto no está nada mal. La gente adinerada se marcha en tromba
de veraneo a Vermont o a Cape Cod, así que la ciudad queda desierta y resulta
muy cómoda. Las hileras de árboles proyectan nítidamente su fresca sombra sobre
los paseos situados a ambos lados del río y los estudiantes de las
universidades de Harvad y Boston se afán en sus entrenamientos de remo sobre la
deslumbrante superficie del río. Las chicas extienden las toallas sobre la
hierba y toman el sol en sus exiguos bikinis mientras escuchan música en sus
walkmans o iPods. Los vendedores ambulantes de helados montan los puestos de
sus furgonetas. Alguien toca la guitarra y canta una vieja canción de Neil
Young. Un perro de largo pelaje persigue un frisbee sin apartar un instante la
mirada de él. Un psiquiatra del partido demócrata (tal vez) conduce junto al
río cortando el viento del atardecer en su Saab descapotable de color vino.”
Yo recordé los pocos espacios que
hay para practicar tan sencillo ejercicio en la Ciudad de México. Ejercicio
 que no requiere de grandes equipos ni inversiones y que tiene tantos
beneficios para la salud. Un ejercicio que resulta muy natural para el ser
humano.
En mi experiencia en la Ciudad de
México, correr resulta muy difícil. Las banquetas no son lo suficientemente
amplias para poder compartir con los peatones y suelen estar invadidas por
obstáculos con los cuales uno puede chocar en cualquier momento. Están llenas
de trampas, que al menor descuido podrían costarte un tobillo roto. Correr
sobre la vía donde circulan los vehículos resulta altamente riesgoso, dado que
los automovilistas y transportistas tienen un bajo respecto por el peatón.
Además, de que a ciertas horas, dado el tráfico, resulta simplemente imposible
correr en las calles o resulta en un trayecto continuamente interrumpido en
cada semáforo; y no hablar de la pésima calidad del aíre en ciertas épocas del
año. En otros lugares, simplemente no hay parques.
Llevo algunos años corriendo y
los mejores lugares para ello suelen ser lugares donde no hay coches o circulan
pocos. He corrido en el Bosque de Tlalpan, en Ciudad Universitaria -en sus
diversas pistas y espacios-, en el parque la Loma -Álvaro Obregón-, en Viveros
de Coyoacán y en el Bosque de Chapultepec. Se de otros lugares a los que nunca
he tenido la oportunidad de correr, como el Sope en Chapultepec, la pista de
canotaje de Xochimilco, Ciudad de los Deportes, el parque Hundido, el parque
México y la calle Ámsterdam en la Condesa, el Parque Naucalli, el Cerro de la
Estrella o el Bosque de Aragón, entre otros.
Sin embargo, pocas veces he podido
ejercitarme corriendo en las calles de la ciudad. He tenido la fortuna de vivir
en el extranjero, específicamente en España y Japón. En esos lugares era muy
sencillo salir a correr por avenidas y callejones, ver como automovilistas o
ciclistas te cedían el paso. El espacio público es de alta calidad y permite
realizar tal ejercicio de forma sencilla. No era de extrañar el encontrarme con
otros corredores mientras recorría las calles de Madrid, o bien, ser rebasado
más de una vez por japoneses que fácilmente me doblaban la edad. En algunos
viajes que he realizado a otros lugares, también he tenido la fortuna de correr
por sus calles y barrios, como en Vancouver y París, o por el malecón de Río de
Janeiro y la Habana. Logré conocer lugares en estas ciudades que de otra manera
no hubiera podido, gracias a la simple oportunidad de probar una nueva ruta o
seguir alguna senda que me encontraba en el camino. Observaba a las personas
locales, sus actividades, sentía el piso de cada lugar y sus texturas, el aíre de
cada lugar pegando en mi rostro. Correr me dio la oportunidad de vivir las
ciudades de otra forma, más que como turista o visitante por trabajo.
En mi experiencia, las ciudades
más atractivas en el extranjero que me he encontrado son las que tienen espacios
públicos de alta calidad, en donde correr es una actividad muy sencilla.
Correr, actividad que practicada en las ciudades va más allá del ejercicio,
también me ha servido para conocer estas urbes de otra forma. Me he dado cuenta
que si en una ciudad es fácil correr, por lo general resulta de tener espacios
públicos de alta calidad. Poder correr a cierta velocidad implica tener
superficies llanas con pocos obstáculos y que se conecten rutas fácilmente, lo
que suele estar relacionado con accesibilidad universal. Tener espacio para
poder esquivar obstáculos o personas en el camino, tener buena calidad de aire
para no enfermar, sentirte seguro para en cada barrio que atraviesas. Una
ciudad con cultura vial, donde haya un gran respeto por los peatones. Ciudades
que en general sean tolerantes y activas.
Me resulta claro que si la Ciudad
de México desea convertirse en una urbe con alta calidad  de vida y de
primer mundo, requiere tener espacios públicos de tal calidad -calles, áreas
verdes, plazas, etcétera- que privilegien al peatón, que cuenten con
accesibilidad universal.
Resulta inconcebible que en la
capital de México, una ciudad que aspira a convertirse en un referente mundial,
un ejercicio tan sencillo como es el correr, sea muy difícil de practicar de forma
cotidiana en cualquier calle. Mi conclusión es que esto se debe a una prioridad
invertida del gobierno y de los ciudadanos de la urbe, se suele privilegiar al
automóvil sobre cualquier otra actividad. No es de extrañar encontrarse con
automóviles estacionados sobre las banquetas, con el hecho de que se destruyen
parques para pasar calles sobre ellos, que se invierte en la construcción de
pasos a desnivel o túneles en lugar de construir buenas banquetas o
mantenimiento de plazas y parqués públicos. El colmo es la enorme cantidad de
personas que para ejercitarse llegan en automóvil a los pocos lugares que hay
para correr en la ciudad o van a encerrarse a los gimnasios para correr en
“caminadoras”.
Si tanto el gobierno, como los
habitantes de la ciudad, queremos una ciudad con alta calidad de vida,
atractiva, segura y, me atrevo a decir, que permita el desarrollo humano y
económico, la prioridad está en logar que las personas salgan a las calles y a
los espacios públicos a disfrutarlos, a aprovecharlos. Esto sólo se logra
priorizando a las personas a pie y con capacidades diferentes, manteniendo los
espacios públicos y las áreas verdes, no privilegiando al automóvil. Sueño con
una ciudad donde pueda correr.
Dedicado
a los
 Amigos de los Viveros A.C.

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