La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha desatado un conflicto económico y político con México, en el cual han salido a relucir las limitaciones del modelo económico neoliberal adoptado en México desde los ochenta. Las élites tecnocráticas mexicanas y sus grupos políticos afines impulsaron, desde esa década, un modelo económico de libre mercado, con énfasis en la integración económica con Estados Unidos mediante el Tratado de Libre Comercio de Norte América (TLCAN). Esto bajo la idea que el crecimiento del país vecino beneficiaría considerablemente a México. El gobierno no se vería obligado a intervenir en la economía, “dejaría hacer”, para que los negocios (y el país) crecieran mediante el comercio internacional. Se pretendía llevar a nivel internacional la idea de que el crecimiento de los ricos gotearía eventualmente a los de abajo (trickle-down economics).
Comercio exterior de México, total y con Estados Unidos
Fuente: Banco de México.
Sin embargo, la estrategia se quedó corta en comparación a lo sucedido en Europa o el sudeste asiático, donde más allá del aspecto comercial hubo políticas que fomentaron una verdadera integración económica y política. En la Unión Europea se dio la construcción de todo un entramado institucional, que incluyó la adopción de una moneda única, uniones fronterizas, transferencias para el desarrollo y el libre tránsito de personas, entre otras. Mientras que en el sudeste asiático los tratos de transferencia tecnológica fueron básicos para desarrollar a Taiwán, Singapur, China y Hong Kong.
Si bien este modelo de libre mercado llevaba años haciendo agua en México y en el mundo (generando bajo crecimiento, bajos salarios, empleo informal y precarizado y distribuyendo pésimamente los ingresos nacionales), hoy queda de manifiesto todas sus limitaciones. La administración de Trump ha decidido que renegociará el TLCAN (bajo el argumento de que fue un mal trato que destruyó la manufactura y causó desempleo en Estados Unidos), impondrá impuestos a las importaciones de México y construirá un muro en su frontera, y que este lo pagará México. El mensaje ha dejado en claro que el gobierno estadounidense ya no quiere sostener una relación comercial con México, con el pretexto de que los mexicanos y sus negocios son perniciosos. Por lo pronto, esto ha causado la devaluación del peso, algunas cancelaciones de inversiones extranjeras, una crisis política interna y posiblemente cause, en el futuro, una recesión económica. Para lograr esto, Trump simplemente ha ejercido el poder que tiene como presidente de la potencia más grande del mundo, sacando a relucir la xenofobia que aún persiste en parte de la población estadounidense.
Curiosamente Trump, quien ahora se niega a tener una relación económica con México y otras naciones, tanto en sus acciones como en su persona, refleja muchos de los rasgos que la elite mexicana ha utilizado por años para mantener sus privilegios: el poder vertical, la mentira sistemática, el racismo, la xenofobia, el machismo, el anti-ambientalismo y el libertarismo pro-empresarial; además, el gobierno de Trump está lleno de conflictos de intereses y será conformado por billonarios, ese 1% de la población que concentra el 20% de la riqueza de Estados Unidos; además, Trump es alguien que ha aumentado su riqueza evadiendo impuestos, siendo un rentista, nunca a base de productos o servicios innovadores o por esfuerzo propio.
Las anteriores son características muy similares a las de la elite y los políticos mexicanos beneficiados por el TLCAN y el modelo neoliberal, una élite que se ha negado a ver el problema de la desigualdad, la expulsión de millones de mexicanos a Estados Unidos durante este periodo, y cuyas políticas han provocado en el país un auténtico estado de guerra y el deterioro de la naturaleza y el medio ambiente. Una élite que en el 1% de la población acumula el 21% de la riqueza del país y que no había tenido la necesidad de negociar (a la vista del público) o enfrentarse con alguien más poderoso que ella, hasta ahora.
Por ello, en este momento no tienen elementos ni instrumentos para enfrentarse con el país que siempre quisieron que los “salvara” sin tener que renunciar a sus vicios (la corrupción, el clasismo, el racismo, el malinchismo y el machismo). La élite tiene miedo de que al cancelarse el TLCAN se disipe su posición de privilegio. Incluso se podría decir que nuestra élite atravesará por una crisis de identidad, sabiendo que ésta ha rechazado siempre la identidad popular del lugar donde nacieron, pretendiendo una supuesta “modernidad” que se identificaba más con Estados Unidos que con cualquier lucha o símbolo popular mexicano. Hoy la elite neoliberal y sus grupos políticos están, por lo tanto, en crisis.
Esta crisis representa una oportunidad única para la izquierda para proponer una visión renovada que vele por eliminar la desigualdad, acabar con el conflicto doméstico y generar un desarrollo interno. Para ello habría que adelantarse a Trump, dejar el TLCAN de inmediato y sujetarnos a los términos de la Organización Mundial del Comercio. No se trata de dejar de hacer comercio con Estados Unidos y el resto del mundo, sino de hacer un comercio justo entre naciones, tomando en cuenta las asimetrías de las economías y sus necesidades. Comerciando de tal forma que nuestra economía no se base en abaratar año con año la mano de obra, sino de generar empleos de calidad y con prestaciones para una vida digna.
También es momento, por otro lado, de legalizar la mariguana y reducir los males de la guerra contra el narco, que ha florecido gracias al neoliberalismo y las directrices de Estados Unidos. No tendría México por qué asumir los costos de las estrategias de un país que lo empieza a tatar con injusticia y sin reciprocidad. Tampoco debería aceptar la nueva política migratoria de Estados Unidos; el gobierno debería de proteger a los migrantes mexicanos en Estados Unidos, dejar de bloquear a los migrantes que cruzan por el país (en lugar de usarlos de moneda de cambio), así como hacer del país un santuario para los refugiados de países que Trump empiece a bloquear.
Hay que generar aliados políticos en el mundo. No son pocos gobiernos los que han expresado solidaridad con México o tienen un rival en común, desde naciones hasta ciudades en Estados Unidos que han decidido proteger a los migrantes. Y, por supuesto, también hay que tejer alianzas transnacionales con los movimientos feministas en Estados Unidos y el ambientalista del mundo. Hay que recordar que Trump niega el cambio climático y que existe la amenaza real de que se retire Estados Unidos del acuerdo contra el cambio climático firmado en Paris.
De igual forma es momento de mirar nuevamente hacia dentro, de fomentar un desarrollo económico interno que nos haga menos vulnerables del exterior y reconfigure la dependencia con Estados Unidos. Esto implica tomar decisiones complejas y difíciles, pero necesarias, como reducir nuestra dependencia del petróleo y la gasolina (que vendemos e importamos mayoritariamente del vecino del norte), limitar el imperio del automóvil particular, crear formas de movilidad públicas y sustentables y llevar al país hacía una transición energética.
Incluso, habría que dejar que Trump construya su muro y ver cómo se vuelve insostenible ante el enorme costo que implicaría su construcción (de quince a veinte mil millones de dólares) y su mantenimiento (750 millones de dólares anuales), si es que puede lograr ser aprobado en el Congreso estadounidense. Esto puede ser fundamental, pues es claro que su promesa y sus declaraciones sobre el muro han servido para distraer de otros aspectos políticos fundamentales, por lo que alimentar este frente es debilitar la atención del público a otros temas que podrían debilitar su poder.
En conclusión, solo creando y adoptando un modelo económico y político diferente, que se enfoque en la eliminación de la desigualdad y los conflictos internos, podremos sobreponernos a la crisis generada por el seguimiento ciego del relato neoliberal. El camino de la sobredependencia económica con Estados Unidos se ha mostrado erróneo y mantenerlo solo puede significar mayor vulnerabilidad y crisis para México.
(Foto: cortesía de Jonathan McIntosh.)