Me considero una persona de izquierda y votaré por AMLO por razones pragmáticas y estratégicas, muy similares a las que tuve cuando voté por él en 2012. Difícilmente, cualquiera de las otras opciones partidistas se encuentra dentro del espectro de las ideas de izquierda con las que simpatizo y trabajo. Los gobiernos del PRI y del PAN han demostrado en las últimas décadas seguir al pie de la letra el ideario capitalista neoliberal que ha generado un ambiente perfecto para la “guerra contra las drogas” y un enorme sufrimiento en todo el país. Un desastre para casi todos, excepto para la oligarquía que concentra el poder, para los partidos y burócratas que los representan, bajo una tecnocracia que busca acotar la democracia lo más que puedan.
Esto deja a MORENA, el partido que encabeza AMLO, como una opción de descarte ante el resto, que en cierta medida propone algunas políticas distintas y cursos de acción que apuntan a un cambio importante, como la búsqueda de paz y la amnistía para acabar con la guerra interna que padecemos o la reducción de las desigualdades. A lo anterior, hay que añadirle la oportunidad real que genera para las izquierdas (en todos sus espectros) su triunfo.
MORENA tomará el poder del gobierno federal y otros gobiernos, lo que implicará, en un corto plazo, una ruptura con el statu quo, con varios de los grupos de poder actuales (catalogados como “mafia del poder”), lo cual generará espacios que permitirían a la izquierda reconstruirse; un oxígeno necesario en estos momentos ante su continua fragmentación y los embates contra las libertades. Y son estos espacios los que se deben aprovechar, sea dentro de los partidos, la administración pública, como fuera de ellos. Habrá simpatías dentro del gobierno que se deban de aprovechar y una oligarquía debilitada y confundida que permita impulsar políticas pro-igualdad, de sostenibilidad y de democratización radical, en sus más distintas facetas.
Para las izquierdas más radicales probablemente suene a una estrategia que no lleve a un cambio y con el peligro de ser cooptados por el sistema, por lo que pueden decidir no apoyarla y trabajar desde fuera.[1] Sin embargo, hoy ni existen opciones articuladas lo suficientemente grandes para trabajar por fuera, ni hay condiciones políticas para un giro rápido que sea socialmente legítimo; hasta los derechos más básicos, como el aborto, ante un mexicano mayoritariamente conservador son muy difíciles de implementar. Por ello, hay que construirlos con cuidado, es una lucha continua que difícilmente se gana desde la marginalidad. Aunque el peligro de cooptación es real, como el caso del PRD; un partido nacido del registro del partido mexicano socialista y que agrupó a la mayor parte de izquierda partidista, pero hoy aliados con la derecha para dar continuidad a las políticas neoliberales y conservadoras que dominan el país.
En este sentido, mi lectura es que MORENA se ha constituido como un movimiento que aglutina a diferentes agrupaciones anti statu quo (que no es lo mismo que anti sistema) cuya finalidad es cambiar lo que se considera un estado actual insostenible para el país en distintas áreas. Agrupaciones en las que se conjugan viejos luchadores sociales, sindicalistas, políticos de izquierda, liberales, tecnócratas de corte keynesiano, empresarios, pero también grupos conservadores y hasta de carácter confesional, entre muchos otros. Además de haber atraído a otra serie de oportunistas y polizones que pretenden capturar parte de los beneficios que resulten del triunfo de MORENA, los cuales crecen a medida que queda claro lo inevitable de su triunfo. Esto implica que es un movimiento en formación, en continuo cambio y que podría catalogarse como una formación de centro-izquierda; que bien podría abanderar un Estado que “atemperé” las contradicciones del sistema actual sin enfrentar sus causas, como menciona Alejandro de Coss, es decir, un partido de centro, nacionalista y con un discurso populista, como ya señaló Favián Arroyo. Populismo de izquierda que bien puede ser necesario, asumiendo sus riesgos cuidadosamente, errores y vacíos que limitan esta estrategia[2], con el fin de radicalizar la democracia y la pluralidad, pues es una de las mejores maneras de que la personas puedan defenderse ante los embates que buscan coartar aún más las libertades para beneficios de las élites.
Dado lo anterior, la izquierda tiene la oportunidad real de reconstruirse, sumándose al barco de MORENA, aunque hay que ser conscientes de las circunstancias y ser realistas en que no implica un cambio radical para México. La reconstrucción y cambio implicarán mucha organización y acción continua para crear un ideal que aglutine de nuevo a la izquierda en México y la convierta en un movimiento político viable, un movimiento que navegue de nuevo hacia los ideales del socialismo democrático y esquivando la limitaciones del populismo de izquierda, pues nada sucede espontáneamente. Y porque esta misma lectura ya la ha hecho parte de la derecha y otros grupos conservadores, que son compañeros incomodos de ese barco llamado MORENA, que se encuentran actuando ya el día de hoy para conformar un nuevo orden que no cambie nada de fondo en el país y que podría llevar a retrocesos serios en la vida cotidiana de la población. En especial si apuestan al fracaso del gobierno de AMLO, a la despolitización y a la radicalización de la población hacia una faceta de derecha conservadora nacionalista, de tal forma que creen un “populismo de derecha” que busque la conquista del poder (al estilo de lo que sucede en Hungría con el gobierno populista de derecha de Viktor Orban). E incluso, en el peor de los casos, de pie a una extrema derecha confesional, ante la retirada de la izquierda del espectro político dominante.
El riesgo de no permitir que AMLO triunfé, que su gobierno avance, aunque sea “atemperando” al capitalismo neoliberal, y de no tomar las oportunidades que brindará, es mantenerse en la marginalidad, “demandado lo imposible” solo para sentir una “corrección política”, cuando la situación demanda acciones inusitadas. Mientras que la derecha no dudaran en tomar las oportunidades que surjan para retomar el poder (y emprender del camino de la vía autoritaria) como los oportunistas y polizones para tratar de convertirse en el “nuevo PRI” (un nuevo régimen corrupto neoliberal). La oportunidad estratégica hoy para reconstruir una izquierda es clara y los riesgos a futuro también lo son.
[1] Claro está que hay proyectos de izquierda radical los cuales no tienen coincidencia alguna y que bien la idea de apoyar una agenda de corte nacionalista puede ir en contra corriente de lo que impulsan, por ejemplo, la idea de un México multinacional en donde los pueblos originarios tengan amplia autonomía y derechos. Véase para una explicación de Yásnaya Elena, “Nosotros sin México: naciones indígenas y autonomía”, en El Futuro es hoy: Ideas radicales para México (Biblioteca Nueva, 2018).
[2] Una crítica que ha esgrimido adecuadamente Slavoj Žižek en “Un gesto leninista hoy.Contra la tentación populista” (Lennin Reactivado, Akal, 2014). Incluso, Chantal Mouffe, una de las principales proponentes de la estrategia populista de izquierda, menciona que “no hay garantía que este proyecto triunfe”.