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La distopia de las ciudades inteligentes

“Los ciudadanos, en general, están ausentes de estas visiones, excepto como generadores de datos y, tal vez, como consumidores indiferenciados del ‘estilo de vida urbano definitivo’.”
Adam, Greenfield (2013)

Una distopía parece encontrarse en el horizonte con el surgimiento de las “ciudades inteligentes”. Estas han sido conceptualizadas vagamente por las grandes corporaciones tecnológicas como urbes donde las tecnologías de la información permitirán controlar y proveer eficientemente todo tipo de servicios para la población; incluso de forma automática sin intervención humana. Una utopía en la cual el gobierno recibiría alertas de en dónde hay que reparara una fuga de agua en cuanto suceda o en la cual una persona pueda viajar de su casa al trabajo rápidamente en autos autónomos (o voladores).

Proyectos multimillonarios de este tipo de ciudades ya se planean o están en marcha en México, como en Querétaro con su Smart City, en Guadalajara con Ciudad Creativa Digital, en Puebla con Smart Puebla y en Monterrey con su  Ciudad Inteligente. Como también son las iniciativas de distritos de movilidad inteligente en la Ciudad de México. Incluso ya existe una asociación de Ciudades Inteligentes y congresos anuales al respecto.

Sin embargo, la misma idea de ciudad inteligente enmascaran cómo se están usando las nuevas tecnologías para imponer un estado de vigilancia permanente, un panóptico con mecanismos de control al estilo orweilliano. Cámaras en cada esquina, con tecnologías de reconocimiento facial que vigilan nuestros movimientos y capturan nuestros comportamientos -pues quien se sabe vigilado o sospecha que se le observa se comporta de otra manera garantizando un ejercicio automático de poder (Foucault, 1975). Así se crearía una ciudad con nulos controles democráticos y con altos beneficios para las mega corporaciones tecnológicas. Donde las personas pasan a ser objetos a manipular y no sujetos con derechos a ejercer individualmente. Donde el panóptico, aplicado sólo antes para la vigilancia de reos en prisiones, se escala para un control social y político total de las urbes, mientras el derecho a la ciudad se borra.

Presidio en Cuba construido bajo los principios del panóptico
Fuente: I, Friman.

Como ejemplo de iniciativas de ciudad inteligente se suele citar a Río de Janeiro, Brasil, que por iniciativa del gobierno IBM ha instalado un centro de operaciones, digno de la NASA. Centro que se está usando para la imposición de un estado de vigilancia policiaco y discriminador. En palabras del ex alcalde de Rio de Janeiro, Eduardo Paes: “El centro de operaciones nos permite tener gente buscando en todos los rincones de la ciudad, las 24 horas del día, los siete días de la semana” (Townsed, 2013, p. 67). Capacidades que al parecer ha sido usadas para controlar protestas de las favelas y para coordinar desalojos en las mismas (Greenfield, 2013).

Centro de operaciones de Río de Janeiro
Fuente: Mariana Gil/Embarq
Brasil https://flic.kr/p/fEkxqf

Esto no acaba ahí, hoy día ya existe tecnología que permite a los anuncios electrónicos en las calles tener cámaras que reconocen nuestras reacciones y se adaptan a las mismas para tener un “mayor impacto”. Así se discrimina automáticamente a las personas, ya sea para manipularnos a comprar cosas que no necesitamos, si están bajo control de una empresa, o para regular el comportamiento social sin que alguien pueda protestar, si se ponen a disposiciones de gobiernos autoritarios. Y hay muchos ejemplos de estas tecnologías basadas en los datos masivos (Big Data) que sólo están generando mayor desigualdad y erosionan la democracia, como para ofrecer créditos a quien no los pagara, criminalizando la pobreza o manipulando el voto de las personas (O’Neil, 2016).

Este escenario distópico además crearía alta desigualdad por la forma en que se plantea la adopción de ciudades inteligentes. Sus grandes proponentes suelen ser las mega corporaciones, que desean vender su misma tecnología a los gobiernos (Greenfield, 2013). Una tecnología opaca que no es modificable porque así se ha firmado el contrato o debido a que se carece de capacidades para ello. De tal forma que los gobiernos terminan comprometidos a largo plazo y las corporaciones se convierten en grandes rentistas a expensas tanto de los gobiernos como de los impuestos que recaudan a la población. Una situación que suena similar a los contratos de fotomultas firmados por gobiernos de la Ciudad de México y de Guadalajara.

El caso de Masdar City, en el emirato árabe de Abu Dhabi, apunta en esa dirección (Greenfield, 2013). Esta es considerada una ciudad sustentable e inteligente al ser planeada como una ciudad sin autos, con sistema de movilidad estilo de capsulas personales autónomas; alimentada con energía solar, y con la incorporación de tecnología para administrar la provisión de servicios de forma inteligente. Un desarrollo pensado para fomentar la innovación tecnológica con institutos e incubadoras para tal propósito. No obstante, la realidad es que sólo una minoría goza de este desarrollo y los trabajadores que la construyen y mantienen, viven segregados de ella y en condiciones diametralmente diferentes. Los constructores de Masdar City, como de universidades y museos internacionales en el emirato Abu Dhabi, se les aloja a kilómetros de la ciudad e incluso en contendedores en medio del desierto, sin los beneficios de las tecnologías que instalan. Con pagas bajas y sin derechos a abandonar su trabajo, pues suelen ser inmigrantes a quienes se les ha arrebatado sus pasaportes para mantenerlos ahí en condiciones de semi-esclavitud. Ciudad que vale la pena recordar se desarrolla dentro de un estado no democrático.

Masdar City, Abu Dhabi
Fuente: Rim Creation https://flic.kr/p/Ge2MCX

A pesar de estos signos negativos, toda distopia contiene en sí misma una utopía. En este caso a una ciudad que permita incrementar la autonomía de sus habitantes y la democracia de la ciudad al aprovechar las nuevas tecnologías o remplazarlas por otras alternativas. De acuerdo a Adam Greenfield hay cuatro formas de lograrlo.

1) Ir más allá de los datos abiertos gubernamentales que, aunque importantes y por contradictorio que parezca, pueden llegar a ser opacos en la forma en que se recopilaron y las motivaciones del porqué publicar algunos datos y otros no. Situación que puede ser utilizada para evitar la transparencia gubernamental y entorpecer la participación ciudadana democrática. Una acción más radical sería que las personas construyeran sus datos, los entendieran y utilizaran para realizar un cambio en su entorno.

Esto es recurrir a acciones de recopilación colaborativa de datos (crowdsourcing), que ya ha demostrado ser útiles tanto para soluciones de la vida cotidiana. En Nairobi, Kenia, se realizó una recopilación colaborativa de datos de su transporte público informal, en un proyecto conocido como  Digital Matatus Project. Los datos recopilados fueron las rutas y sus tarifas, las cuales se mapearon una utilizando teléfonos celulares. Los resultados finales fueron abiertos al público, con lo que se permitió la creación de diferentes aplicaciones para teléfonos móviles que señalan las rutas y tarifas; así como un mapa público con las rutas de transporte público de la ciudad. Creando soluciones que el gobierno se había negado a generar. Lo cual no habría que confundir con lo realizado por Mapaton dado sus limitados alcances.

Una acción similar de empoderamiento sucede hoy en la Ciudad de México con la plataforma Obra Chueca, un esfuerzo colaborativo ciudadano por recopilar las construcciones que han sido edificadas de forma ilegal. Con ello se busca tanto visibilizar el problema de la corrupción ligado a los desarrollos inmobiliarios, dada la falta de transparencia del parte del gobierno de la ciudad, como demandar rendición de cuentas.

2) Crear talleres comunitarios con tecnologías nuevas, como impresoras 3D. Esto generaría una nueva socialización de los medios de producción, lo cual permitiría a las comunidades generar autosuficiencia, competencia, sentido interno de control y mayor socialización. Esto sería una economía comunitaria, más allá de la llamada “economía colaborativa” que se ha usado para precarizar más los salarios.

Hay que recordar que las impresoras 3D son muy onerosas, para que cualquier persona pueda comprarlas e imprimir cualquier tipo de objeto. En otras palabras, comprar una máquina de estas para hacer un banco, no resulta costeable individualmente.

Esta propuesta requiere ser considerada cuidadosamente, pues implica conocimiento generalizado de este tipo de tecnologías por parte de la población, algo que no suena posible en el corto plazo. De igual forma, implica importantes impactos sobre las cadenas de producción en otras regiones nacionales o mundiales, lo que pueden llevar a la pobreza y ruptura de comunidades ligadas a dichas cadenas de producción. Algo que evidentemente no es deseable.

3) Llenar los “vacíos urbanos” (lotes baldíos y edificios abandonados) con actividades que creen comunidad versus cotos cerrados hipertecnologizados. Esto mediante talleres comunitarios o espacios públicos que permitan la creación de comunidades con diferentes eventos sociales y que funcionen de espacios de deliberación política. Una especie de kintsukuroi urbano, que busque crear espacios que unan comunidades. Algo que puede llevar a crear comunidades activas y más democráticas.

Para tal fin se puede demandar por obligación que los terrenos baldíos se puedan utilizar como parque público o centro comunitario, mientras se desarrolla. Una práctica que igualmente se puede impulsar desde la ciudadanía, como lo demuestran diversos casos en ciudades españolas. El caso de Campo de Cebada, en el barrio La Latina en Madrid, es un ejemplo de aprovechamiento de un vacío urbano, para generar mayor comunidad. Ante la demolición de un deportivo barrial, los mismos vecinos de La Latina tomaron el lote y de manera autogestiva un espacio vecinal que funciona para distintos tipos de actividades sociales.

Otro ejemplo de llenado de llenado de vacíos para crear comunidades es el sistema de bibliotecas públicas BiblioRed en Bogotá, Colombia. Las más grandes se encuentran cerca de las estaciones del sistema de transporte público masivo (Transmilenio) y el resto localizadas en los centros de barrio. Espacios que también alojan espectáculos, ludotecas, proyectos educativos y de desarrollo comunitario (McDermott, 2010). ¿Por qué no bibliotecas y centros culturales en lugar de centros comerciales en las estaciones de transporte público como está sucediendo hoy en los CETRAMS de la Ciudad de México?

Actividad lúdica en el Campo de Cebada, Madrid, España
Fuente: Campo de Cebada facebook.com/campodecebada

4) Generar redes de personas y comunidades más amplias que permitan generar cambios masivos, para lo cual es necesario romper con el “localismo exagerado” y el “hazlo tú mismo” (Do It Yourself) extremo. Al mismo tiempo que recurriendo a tecnologías descentralizadas y muy asimiladas por la población se puede reducir los costos de organización, a la vez que se facilitan los procesos participativos expeditos. Casos así sucedieron tanto en la primavera árabe como en Occupy Wall Street, que permitieron la creación de grandes comunidades con procesos deliberativos horizontales y enfocadas en cambiar sus entornos. ¿Por qué no considerar en avanzar hacia una democracia participativa gracias a la tecnología para alcanzar una verdadera democracia urbana?

La tecnología no tiene por qué crear llevarnos a crear ciudades distópicas, es sólo una herramienta, y es el cómo se utilice y para que propósitos lo que constituye la diferencia. Es la tecnología la que también crea la potencialidad de permitir el surgimiento de una sociedad y ciudades diferentes, una con más autonomía, comunitaria y democrática. Una que permita que las personas sean sujetos activos gozando del derecho a la ciudad y no objetos pasivos de los gobiernos y las mega corporaciones. ¿Una utopía?

*Este texto se encuentra inspirado en la conferencia que Adam Greenfield dio durante el Sexto Foro Mundial de la Bicicleta realizado en la Ciudad de México el 20 de abril de 2017.  

Forma parte de una serie que discutirá las visiones utópicas y distópicas de las ciudades, como parte de la colaboración entre la Embajada de Francia, el Instituto Francés de América Latina, la Agencia Francesa de Desarrollo y Nexos para el festival ¿Mañana la ciudad? Festival franco mexicano de utopías urbanas.

 Referencias:

  • Foucault, Michael. (1975). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Madrid: Siglo XXI editores (2008).
  • Greenfield, Adam. (2013). Against the Smart City. Kindle Edition.
  • McDermott, Caroline. (2010). Desarrollo humano y las bibliotecas públicas de Colombia. Bogotá: Universidad de los Andes.
  • O´Neil, Cathy. (2016). Weapons of Math Destruction: How Big Data Increase Inequality and Threatens Democracy. New York: Crown.
  • Townsed, Anthony. (2013). Smart Cities: Big Data, Civic Hackers, and the Quest for a New Utopia. New York: W W Norton & Co Inc.

 

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