Pareciera cliché, cada que algún tipo de desastre sucede en la Ciudad de México (y en el país) se señala con total justificación a algún tipo de error gubernamental como su causa de raíz. Ya sea falta de planeación, de visión, de incompetencia, de corrupción, entre otros, parecen ser los elementos que son constantes. Los cuales se agudizan siempre que hay sumas millonarias de inversión de por medio.
Un nuevo ejemplo de ello es el derrumbe de una estructura, sin víctimas, en el nuevo centro comercial de lujo y de uso mixtos Artz Pedregal, desarrollado por Sordo Madaleno Arquitectos. Este derrumbe merece toda la atención por varios antecedentes y contexto de la ciudad.
En primer lugar, se sabe bien que la ciudad tiene un problema de falta de áreas verdes, de falta de infiltración de agua al subsuelo (que después se extrae para abastecer a la ciudad), de tala de árboles, de tráfico; de sustentabilidad valga la pena decir. Por ello, conservar grandes áreas verdes es importante, en especial en el sur de la ciudad que mayor infiltración tiene, debería de ser una prioridad del gobierno. No obstante, esta circunstancia no fue impedimento para el desarrollo de Artz Pedregal en un terreno de 50 mil metros cuadrados, en el cual se talaron 57 mil árboles, junto al Río Magdalena. Para lo cual sus desarrolladores, como medidas de compensación ambiental, pagaron una suma de 9 millones de pesos, se comprometieron a replantar mil árboles en Pedregal, que tendría consumo reducido de agua, permitiría captar lluvia y contaría con áreas verdes, incluyendo azoteas verdes (incluso en la estructura que cayó). La falta de cumplimiento de éstas conllevó su suspensión temporal, aunque al final se adoptaron para señala que el desarrollo sería “sustentable”, cuando lo sustentable era no desarrollarlo.
Asimismo, por su impacto negativo en la movilidad que tendrá alrededor (se espera 7 millones de visitantes anuales), también adoptó medidas de compensación. La localización de esta plaza (en periférico sur) hace que no sea fácil llegar en transporte público y se vuelve un desarrollo orientado al uso del automóvil. El número de autos que llegarán diario puede superar varias veces el número de lugares de estacionamiento construidos (6,600 cajones), por lo que sin duda contribuirá a la congestión en la zona. La medida lógica, sería evitar que llegaran en automóvil a la plaza, pero por el contrario, se aseguraron de que más autos llegarán a la misma mediante la construcción de un retorno subterráneo, con conexión directa a la plaza, como “medida de compensación”. Dicho retorno ha causado más problemas de tráfico, ha afectado a los usuarios del transporte público, que transitan por la zona, con mayores tiempos de traslado y dificultades para abordar en el tramo poniente – y hasta afectado los servicios de emergencias del hospital Ángeles. La “compensación” fue una manera de asegurar que sus clientes llegaran cómodamente en auto y trasladar el costo al público en forma de tráfico. Algo que se hizo con venía de la administración de la Ciudad de México y a pesar de las protestas de los vecinos que denunciaron el inicio de la construcción sin permisos en regla y los impactos negativos como mayor tráfico, falta de agua, etc.