«El problema en estos tiempos es que la mayoría de la gente no tiene idea de quién era Keynes ni de qué es lo que realmente proponía, mientras que el conocimiento de Marx es ínfimo. La represión de las corrientes de pensamiento críticas y radicales-o, para ser más exacto, el acorralamiento del radicalismo en los límites del multiculturalismo y las opciones culturales-ha generado una situación lamentable en el mundo académico y más allá, no muy diferente en principio de tener que pedir a los banqueros responsables de la crisis que la resuelva exactamente con los mismos instrumentos. La adhesión general a las ideas posmodernas y postestrcturalistas que exaltan lo particular a expensas de las descripciones globales no ayuda en nada. Evidentemente, lo local y lo particular son vitalmente importantes y las teorías que no incluyen , por ejemplo, la diferencia geográfica son peores que inútiles (como me he esforzado antes por poner de relieve). Pero cuando se esgrime eso para excluir cualquier preocupación que vaya más allá de la propia parroquia, se consuma la traición de los intelectuales y la abolición de su papel tradicional…
Pero la actual cohorte de académicos, intelectuales y expertos en las ciencias sociales y humanas está en general mal equipada para emprender esa tarea colectiva. Pocos parecen estar dispuestos a emprender esa reflexión autocrítica que urgía Robert Samuelson. Las universidades siguen ofreciendo los mismos cursos inútiles de economía neoclásica o teoría política de la elección racional como si nada hubiera sucedido, y las muy alabadas escuelas de negocio añaden simplemente un curso o dos sobre ética de los negocios o cómo hacer dinero de las bancarrotas de otros ¿Después de todo, la crisis proviene de la codicia humana y no hay nada que hacer al respecto!
La actual estructura del conocimiento es claramente disfuncional e ilegítima…»
David Harvey, El enigma del capital y las crisis del capitalismo, 2010.