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AMLO, las izquierdas y algunos progresistas en México

“[AMLO] Nos quiere llevar hacia el comunismo”

Integrante de FRENAAA

En diversos sectores de la izquierda en México hay descontento, desilusión y confrontación con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO),[1] concretamente con aquello que parecerían ser contradicciones en su gobierno. Esto se debe, en parte, a una falta de reflexión sobre el proyecto que impulsa desde hace tiempo. AMLO ha sido honesto, enfático y transparente, pero sigue suponiendo que su proyecto abandera –o debería abanderar– todo tipo de agendas de izquierda (lo cual es una ilusión). En este sentido, es necesario hacer un ejercicio de contraste entre las distintas corrientes de izquierda (y progresistas), en primer lugar, para evadir la crítica reaccionaria, que beneficia a la derecha, dejando claro qué busca cada uno; y en segundo, dadas las diferencias ideológicas, qué consideraciones pueden llevar a realizar un trabajo conjunto para el avance de políticas de izquierda.

Partamos de situar y definir el proyecto de AMLO utilizando como base la síntesis de Carlos Illades (Vuelta a la Izquierda, 2020). Para Illades, AMLO es un político de izquierda, pero de una corriente particular mexicana, alejada de las corrientes más clásicas o recientes. Según Illades, a él se le tiene que situar dentro de la corriente de izquierda nacionalista, surgida de la Revolución Mexicana, así como dentro de las corrientes internacionalistas populistas de izquierdas (El futuro es nuestro, 2017), con las particularidades que AMLO mismo le ha impregnado. Como el hecho de “no promueve la movilización permanente de las masas” (Illades, 2020, p.47).

Simplificando, el proyecto de AMLO implica un Estado de corte paternalista, benefactor y centralista, que busca reducir las desigualdades mediante políticas sociales que implican tener un trato directo con las clases populares. Es pragmático en política económica y voluntarista en sus acciones de política pública, es decir sigue la premisa de que, “si el propósito de una política pública es moralmente legítimo, el resultado deseado finalmente se concretará” (Illades, 2020, p.123). Además, tiene una visión de PEMEX y CFE como una maquinaria de progresos y riqueza nacional (en sintonía con las ideas de independencia y soberanía energética para romper la dependencia externa) (Illades, 2020, P. 49). Su visión pasa por una intervención principal al Estado, que impactará indirectamente al mercado, para que la economía crezca y se eliminen las desigualdades. Esto sitúa, pues, la causa de los males nacionales en un Estado capturado por la “mafia del poder” que atenta contra “el pueblo”; siendo el culmen de este proceso el proyecto neoliberal que permitió a las élites capturar el Estado y generar una serie de políticas que los favorecieron, como las privatizaciones, o el rescate bancario (del FOBAPROA) que constituyó un saqueo al país. Así, sitúa a la corrupción del Estado como “la causa principal de la desigualdad y la tragedia nacional que padecemos” (Illades, 2020, p.41). La premisa básica detrás de eliminar la corrupción es que esto permitirá que se retomen las transformaciones emprendidas en el México posrevolucionario, que quedaron truncadas por la corrupción que desviaron grandes recursos para enriquecimiento de pocos, y no para el beneficio nacional. De aquí la importancia que demanda que las y los funcionarios públicos sean honestos y leales, pues esto garantizará la eliminación de la corrupción. Finalmente, el proyecto de AMLO propugna por una serie de valores conservadores para alcanzar el progreso: familia, trabajo y patria.  Como resultado, según dice Illades, se espera que: “al superarse el conflicto entre el Estado privatizado por los poderosos y el pueblo despojado, los mejores sentimientos aflorarán, la inclinación hacia el bien cuajará en una república fraterna de hombres y mujeres felices en la que cada uno viva en armonía de conciencia consigo mismo y con el prójimo” (Illades, 2017, p.186).

Este proyecto es divergente de muchas de las izquierdas. Con las izquierdas socialistas el desencuentro está sobre todo en la visión de futuro y de emancipación. El socialismo aspira a un Estado que controle al capitalismo para transitar a un nuevo tipo de sociedad emancipada de las relaciones de producción que explotan y alienan a los trabajadores. La idea es construir un Estado que vele por los intereses del proletariado. Esto difiere del caso de AMLO, que no pretende controlar el mercado, en primer lugar, y que tiene como sujeto histórico de su proyecto “al pueblo” conformado por empresarios honestos, trabajadores y los desposeídos (Illades, 2020). Asimismo, difiere de la visión internacionalista clásica del socialismo debido a su énfasis en el nacionalismo –algo que es bien recibido por las posiciones anticolonialistas, por ejemplo–.

Sin embargo, AMLO también difiere de las izquierdas más cercanas a la socialdemocracia.  Con estas izquierdas de corte keynesiano, el desencuentro se centra en el tipo de políticas públicas. Para los keynesianos, los mecanismos económicos y su instrumentación (por los canales institucionales) son fundamentales para intervenir el mercado; lo mismo que el uso combinado de las políticas monetarias y fiscales, expansivas y redistributivas, encaminadas a impulsar la industrialización para generar encadenamientos internos y con ello el pleno empleo. Así, las políticas de austeridad, la falta de reformas fiscales progresivas, el mantenimiento de la política financiera y monetaria (aunque en sentido estricto esta última es definida por Banxico) y los cambios institucionales abruptos del gobierno de Andrés Manuel se perciben como grandes oportunidades perdidas. El fin del neoliberalismo no sucede, pues para AMLO la eliminación del neoliberalismo sólo implica el fin de la corrupción (capitalismo de cuates o crony capitalism) no de sus políticas económicas. Por ejemplo, Luis I. Román Morales señala que no hay un cambio radical respecto a las políticas del Consenso de Washington, consideradas piedras angulares del neoliberalismo económico.

Con la izquierda comunista mexicana el desencuentro es total, lo mismo que con el anarquismo. No hay demasiado que abundar al respecto.

Por otro lado, el choque directo con el feminismo que se autonombre de izquierda se debe a su lógica paternalista y a su enfoque en la familia y trabajo. El feminismo (no liberal) busca un cambio social radical al luchar por la eliminación de la estructura patriarcal de la sociedad, el predominio del hombre y la familia nuclear (encabezada por un jefe de familia hombre), así como todos los arreglos que permiten que siga existiendo (incluyendo el capitalismo). También busca el reconocimiento del trabajo no remunerado (de reproducción social) y que sea equitativo entre los sexos. La ética del trabajo duro y “sacrificado” de la cabeza de familia, mientras la mujer se queda en casa realizando los trabajos de cuidados abnegadamente, es un contrasentido en la lucha de emancipación feminista. Aunque el choque principal que Teresa Rodríguez encuentra es con la “invisibilización de la violencia feminicida”.

Por último, vale la pena hablar de dos tipos de corrientes actuales, las enfocadas en las luchas por el territorio y la ecología, y las de corte progresista.

Sobre las primeras, para muchos de los movimientos, éste es un Estado que no toma en cuenta directamente a las comunidades afectadas ni al medio ambiente. Esto debido a que la visión de progreso de AMLO implica grandes infraestructuras y un alto uso de combustibles fósiles bajo decisiones centralizadas y respaldadas por consultas de carácter nacional (dado el caso).  Asimismo, conceptualiza a las comunidades como parte de la nación, no como entes independientes del país, por lo que deben de supeditarse al bienestar general.

Con la constelación de movimientos progresistas, por su parte, hay un choque de concepción y de poder. Estos abogan por un Estado con todo tipo de causas de justicia social e instituciones para atenderlas, muchas autónomas, con miembros de la “sociedad civil” e “intelectuales” para garantizar la pluralidad de voces, el conocimiento y la democracia, y que funcionen como contrapesos al interior del Estado.  La idea de que para resolver ciertas causas se requieren arreglos institucionales con autonomía, va en contra del centralismo y de la política de AMLO de eliminar todo coto de poder que se haya usado para capturar partes del Estado, pues muchas veces fueron útiles a “mafias” y “élites” para enriquecerse y desviar al Estado de sus objetivos.

Estas divergencias parecieran en sí mismas insuperables. Sin embargo, hay tres consideraciones que permiten establecer estrategias desde las distintas tradiciones de izquierdas para tender puentes, trabajar o aprovechar el momento de AMLO, sin necesariamente establecer una relación de subordinación al mismo.

La primera es que quien ha encabezado el primer movimiento de izquierda con amplio respaldo popular en México ha sido AMLO y continua con un alto apoyo. Esto es excepcional no sólo aquí, sino a nivel mundial, donde la caída de diversos gobiernos de izquierda de América Latina, el retroceso de movimientos de izquierda en Europa y la derrota de los movimientos de Bernie Sanders en EUA y Jeremy Corbyn en el Reino Unido han dado paso a movimientos de derecha reaccionaria (un abandono de escena del populismo de izquierda, como señala Anton Jager).  Esto deja en claro que el mayor problema a futuro sería el fracaso de la agenda social y redistributiva de AMLO, que no solo la derecha desea que fracase, pues le permitirá el ascenso a su versión reaccionaria que podría revertir los avances y que se hace de nueva cuenta presente con movimientos como FRENAAA. Por ello, es momento de fomentar el crecimiento de las bases de izquierda, tomando la ola de AMLO, pues la movilización popular emprendida para alcanzar la presidencia puede ser la base para la formación de conciencia de clases dadas las condiciones materiales de enorme desigualdad reales en el país (como sugiere Teresa Rodríguez). Para ello se requiere de reflexión e imaginación para estructurar bases, generar agenda y ganar espacios, para pasar de las demandas fragmentadas a las demandas universales.

La segunda consideración, como sugiere Hernan Gómez, es que tal vez sea mejor conceptualizar a AMLO como posneoliberal, donde hay una mezcla entre las políticas e instituciones precedentes y una nueva configuración enfocada en el retorno del Estado como el rector de la economía, en reformas laborales y política sociales, entre otras características (Ruckert et al., Post-neoliberalims in Latin America, 2017). Estas políticas están marcadas por los límites del capitalismo neoliberal y de las condiciones estructurales de la economía mexicana, y sus consecuencias políticas, que impiden un cambio radical de políticas económicas en el corto plazo. Por lo que el camino de las izquierdas debe pasar por acompañar las políticas sociales de AMLO y crear las condiciones sociales para superar los límites marcados por el neoliberalismo y sus élites, de tal forma que sea posible políticamente avanzar a políticas más marcadamente de izquierda.

La tercera es la triple crisis actual: económica, de salud y ambiental que cruza México y el mundo. Esto demanda acciones extraordinarias y urgentes. Acciones como implementar un ingreso básico universal, la cooperación internacional en el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus o el urgente financiamiento y acciones de países desarrollados para reducir el cambio climático, deben de ser parte de la discusión y acción política actual. Como señala Žižek, para atender la emergencia se requiere recuperar la idea de comunismo, no al estilo de la Unión Soviética, sino basada en tres premisas básicas: un Estado eficiente que tenga el poder de intervenir en la economía y provea servicios básicos, una cooperación internacional fuerte, acompañada de una robusta movilización local. La triple crisis actual plantea un terreno fértil para avanzar por dichos caminos, y es deber de las izquierdas empujar a la vanguardia de la discusión y la lucha, de tal forma que presionen la agenda política en dicho camino. Y en último momento, que se conviertan en la alternativa para una agenda de izquierda que rompa con el statu quo de una vez por todas.

Si bien no hay recetas de corto plazo, el panorama en política solo se aclara en la praxis y en la organización.

Lo cierto es que la presencia de AMLO facilita a las izquierdas insertar en la discusión pública temas que parecían vetados, al no tener una política abierta contra ellos, y volver a la discusión directa en torno al mismo capitalismo y la redistribución de la riqueza, los feminismos, el socialismo, etcétera. Difusión que es condición esencial para poder organizar las luchas desde las izquierdas. Además, hay todo que perder de no actuar para abonar al resurgimiento de la izquierda, pues esto deja un vacío que es aprovechable para la reacción y, como nos recuerda Calos Illades, “no olvidemos que las nuevas derechas son despiadadas”.


[1] Por honestidad intelectual, debo decir que me considero parte de la alianza de las diversas fuerzas de izquierda que apoyó a AMLO y MORENA a llegar a la presidencia para generar un cambio.

Publicado originalmente en Revista Común.

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