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Las ciudades distópicas del futuro serán ciberpunk

Ilustración: Coral Medrano.
Hay un orden en las cosas. Eso es lo que
hacemos aquí. Mantenemos el orden… El mundo está construido con un muro que
separa cada clase.
Blade Runner 2049.

No hay ciudades sin tecnología, éstas han estado ligadas desde sus orígenes. Desde la revolución industrial, es en la ciudad donde acontece la modernidad: un futuro promisorio para un nuevo tipo de sociedad que trabaje menos, conviva mejor, resuelva sus necesidades y goce de las comodidades fruto del ingenio humano. Pero también está su otro rostro. Las ciudades pueden ser escenarios de sociedades divididas, manipuladas con la tecnología dispuesta al servicio de las grandes corporaciones para controlar gobiernos. Un futuro distópico es posible. De hecho, se pueden identificar ocho tendencias que anuncian un futuro urbano mundial distópico, como ha sido retratado por diversas películas ciberpunk.

La primera es el crecimiento demográfico y la urbanización de la población a nivel mundial. A mitad de siglo llegaremos a 10 mil millones de personas, aproximadamente el 70% vivirá en ciudades y muchas de ellas serán megalópolis. Cúmulos de ciudades interconectadas agruparán a varias decenas de millones de personas en un continuo urbano, donde convivirán las grandes densidades habitacionales verticales, como se plantea en la ciudad de New Port City en Ghost in the Shell (anime y su versión hollywoodense); al tiempo que se expanden los suburbios por centenares de kilómetros, como Mega-City One que ocupa toda la costa oeste de EUA, en Judge Dread (2012). Esto pareciera una fantasía, pero ya China planea la creación de la megalópolis de Jing-Jin-Jin, para 130 millones de personas.[i]

El debilitamiento de los gobiernos de las ciudades es la segunda tendencia. Tanto por la fragmentación administrativa que necesita el tamaño de estas urbes, como por la tendencia a adoptar políticas en que se cede a las corporaciones privadas el control de bienes y servicios públicos. Una imagen planteada en RoboCop (1993), en donde todos los servicios de la ciudad de Detroit han sido privatizados y son controlados por la megacorporación Omni Consumer Products. Casos semejantes ya existen en la realidad. En el condado de Sandy Springs, suburbio de Atlanta, fuera de la policía y bomberos, los empleados administrativos públicos son sólo siete[ii], prácticamente todos los servicios han sido privatizados a diferentes compañías. En Londres, entre muchos otros servicios públicos privatizados, hay al menos 50 “espacios pseudo-públicos”, parques, plazas, de acceso controlado por policías privadas.[iii]

Como tercera tendencia, y complemento de las anteriores, se avizora un control y vigilancia policial cada vez intrusiva en las ciudades. Un panóptico omnipresente que nos vigilará con drones con inteligencia artificial cada rincón de la ciudad, un Big Brother que controlará el comportamiento social con sistemas electrónicos de autovigilancia, gracias al Big Data (como en el capítulo Nosedive de la serie Black Mirror).

China ha anunciado que para 2020 todos los ciudadanos y empresas tendrán que adoptar la Sesame Credit, una app para obtener crédito de acuerdo a una calificación basada en redes sociales, compras e información gubernamental, como multas. Un sistema de control basado en el dinero, en el que si compras algo que el gobierno considere ilegal, como libros o noticias del extranjero, la puntuación bajará. También está el ejemplo de Río de Janeiro, Brasil, que por iniciativa del gobierno, IBM ha instalado miles de cámaras de video en el espacio público y controladas un centro de operaciones usado para la imposición de un estado de vigilancia policiaco panóptico. En palabras del exalcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes: “El centro de operaciones nos permite tener gente buscando en todos los rincones de la ciudad, las 24 horas del día, los siete días de la semana”.[iv]

A lo largo de las últimas décadas, la desigualdad a nivel mundial se ha incrementado y no hay indicios que vaya a reducirse. Esta cuarta tendencia es hoy tal que el 1% de la población concentra el 38% de la riqueza mundial, mientras que en 1990 sólo controlaba el 33%[v]. México no está exento de esto y se calcula que el 1% acapara el 26% de los ingresos del país[vi]. Las proyecciones a futuro no son halagüeñas y en el peor de los escenarios el 1% podría concentrar el 40% de la riqueza a 2050.[vii] Un fenómeno que en conjunto con otras tendencias generará un separatismo social de los más ricos, así como una erosión de la democracia. Con el poderío económico que tiene el uno por ciento pueden financiar a los candidatos que deseen, crearlos y hasta comprarlos.

La quinta tendencia es una fragmentación cada vez mayor de las ciudades, tanto del espacio público, como de los mismos barrios habitacionales. El espacio público de las nuevas ciudades es dominado por vialidades y grandes infraestructuras que separan a la población al evitar la accesibilidad a pie o en transporte público. Esto a pesar de los ejemplos en el mundo de reconquista del espacio público por los peatones. Al mismo tiempo que las ciudades se expanden, las clases altas, cada vez más ricas, se aíslan del resto de la población. Barrios cerrados en la periferia, departamentos de lujo en rascacielos, barrios gentrificados para colocar vivienda de lujo. Mientras a las personas de bajos ingresos no tienen más que opción de vivir en barrios alejados, con pocos servicios, o hacinados. En Elysium (2013) los ricos viven en una ciudad sin violencia ni pobreza ni enfermedades. Mientras los trabajadores viven en una ciudad decadente y precaria. No hay que ir lejos, se puede comparar fácilmente a los habitantes de los desarrollos cerrados en Santa Fe o Huixquilucan contra las condiciones en que se viven en Ecatepec o Nezahualcóyotl, donde se filmó esta película.

La desigualdad y la fragmentación del espacio público sólo pueden llevar a acentuar las diferencias sociales, presentándose mayor clasismo y menores servicios públicos para las zonas pobres, para los olvidados. Sitios en donde no reinará ninguna autoridad, los trabajos serán precarios y el crimen será rampante.

Las cinco primeras tendencias son las que marcan el surgimiento de un estado autoritario, títere de las grandes corporaciones, de pérdida de libertad, elementos clásicos de las distopías; las tres últimas tendencias relacionadas con el uso de la tecnología y el deterioro del medio ambiente son, hasta cierto punto, las que crearán una distopía ciberpunk.

La omnipresencia de la tecnología, en especial de la conexión a internet es algo que continuara creciendo y penetrando a los grupos de menores ingresos. Aquí es donde el uso del Big Data podrá ser utilizado en contra de la población. Hay muchos ejemplos de tecnologías basadas en datos masivos que están generando mayor desigualdad y erosionando la democracia al ofrecer créditos a quien no los pagará, al criminalizar la pobreza o al manipular el voto de las personas en EUA.[viii]

A esto hay que acompañarlo con la creciente robotización y automatización de empleos. No parece lejano el surgimiento de autos que se conducen solos, de vehículos personalizados que vuelan, de drones que entreguen volando paquetería, como lo planea Amazon. Uber transportará a sus clientes con vehículos autónomos que compitan con el transporte público, lo que dividiría aún más a la sociedad: pocos podrán pagar un transporte de calidad y el resto se verá obligado a utilizar servicios públicos deficientes, si es que pueden costearlos ante la desaparición de empleos por la automatización y robotización. Ante esta tendencia no es difícil ver cómo puede suceder una mayor separación de la población. Una en donde las élites no tengan que cruzarse en las ciudades con nadie en ningún momento, como sucede también en Elysium, donde el capataz de la fábrica llega en un auto volador rodeado de robots guardaespaldas, sin tener que cruzar la ciudad de los pobres, mientras los trabajadores llegan en autobuses que son chatarra.

La séptima tendencia son los avances en la manipulación genética y de implantes cibernéticos. En un futuro cercano, la posibilidad de modificar completamente a un ser humano ya no será sólo poder elegir el sexo de los hijos, altura o el color de sus ojos, sino elegir ventajas en cuanto a fuerza, capacidad de memoria, etc. Además de que a un recién nacido podría recibir un implante con acceso inmediato a todo el conocimiento acumulado u otras habilidades físicas extraordinarias. No obstante, no cualquiera podría pagarlo y se podría generar así una desigualdad mayor, un nuevo tipo de guerra de clases, como ha señalado Slavoj Žižek[ix]. Es el camino a la creación de una posthumanidad: humanos manipulados, clones, cyborgs y mutantes. Aún peor, sería que algún régimen o corporación decidiera manipular a la población genéticamente o mediante implantes cibernéticos, con el fin de controlar su psique y atributos. Hacer dóciles a los trabajadores, incrementar la opresión a las mujeres, eliminar las tendencias naturales homosexuales o para crear súper policías o súper soldados, como sucede en el manga y anime de Ghost in The Shell. Mientras, las élites aseguran ser más fuertes y longevos. Futuros como en Gattaca (1997) o Æon Flux (2005), donde la manipulación genética, la clonación y el clasismo están entrelazados para determinar profesiones y vidas podrían volverse realidad.

La última, la contaminación omnipresente y crisis ambientales masivas a futuro son altamente posibles, megaciudades contaminadas y rodeadas de paisajes estériles, como en Blade Runner 2049 (2017) podrían ser la norma. Las estimaciones actuales mencionan que el cambio climático será un hecho: el aumento de la temperatura del planeta sucederá, el incremento de los niveles del mar también, y con ello consecuencias inesperadas surgirán. Ciudades costeras desaparecerán, otras se volverán un desierto en donde el agua será ultra valiosa, enfermedades tropicales llegarán a ciudades del norte, otras serán abandonadas al volverse inhabitables, y veremos no sólo conflictos locales derivados de ello, migraciones masivas sucederán. Por ejemplo, este año, Ciudad del Cabo, Sudáfrica, podría ser la primera ciudad del mundo en quedarse sin agua debido a una gran sequía[x], probablemente agravada por el cambio climático.

Así, no es difícil imaginarse diferentes tipos de ciudades ciberpunk en el futuro, dependiendo del grado de desarrollo de cada nación. Ciudades gigantes, con gran concentración de población, densas, altamente tecnificadas, pero socialmente divididas, con masas precarizadas y controladas. Con sectores de altos ingresos que se separan del resto de la población tanto por barreras físicas, por riqueza, como por alteraciones en su misma naturaleza humana. Con acceso a los avances tecnológicos: autos voladores, robots, avances en la medicina, a la longevidad. Dueños de las corporaciones que tendrán el control de la ciudad y en donde la policía se encarga de protegerlos. Con controles masivos de vigilancia cada vez omnipresentes y a la vez sutiles. Probablemente Ghost in The Shell (1995 y 2017) o Akira (1988) ilustren muy bien cómo podrían verse las megaciudades desarrolladas, mientras que Elysium y RoboCop 3 (1993) cómo podrían ser las ciudades subdesarrolladas y en procesos de desindustrialización.

Estas tendencias que pueden marcar un futuro distópico ciberpunk no son los únicos futuros posibles. Éstas se pueden tanto revertir como poner al control de un verdadero beneficio social. El uso de las ciudades y la tecnología hasta ahora parece encaminado a beneficiar a pocos, socavando la democracia y tratando de controlar a las poblaciones de las urbes, pues es justamente las ciudades en donde la humanidad ha encontrado modos de vivir sin la opresión, de liberarse, de encontrar modos democráticos y solidarios de vivir. Dadas estas tendencias, es indispensable desplegar una lucha por el derecho a la ciudad, á la Henri Lefevbre[xi]: a ser un lugar de encuentro, al valor de uso de lo urbano, a la igualdad, a decidir colectivamente sobre el uso del espacio, el derecho a la vida urbana lúdica y transformadora. No es difícil pensar en cómo los avances tecnológicos puedan socializarse para tener menores horarios de trabajo, más tiempo para convivir socialmente, mejor medio ambiente, mayor salud, mayores diversiones, una vida plena. Claro está que esto requiere un control democrático de la tecnología y de su uso para una justicia social mayor.

*Agradezco a Dulce Colín por sus comentarios.

[i] New York Times, “As Beijing Becomes a Supercity, the Rapid Growth Brings Pain ,19/7/2015.

[ii] The Economist, “Here’s how to do it”, 28 de junio de 2012.

[iii] The Guardian, “Reveled: the insidious creep of pseudo-public space in London”. 24/7/2017.

[iv] Townsend, Anthony, Smart Cities: Big Data, Civic Hackers, and the Quest for a New Utopia, W W Norton & Co Inc., New York, 2013. pp. 67.

[v] World Inequality Lab, World Inequality Report 2018, 2017.

[vi] Esquivel, Gerardo, Desigualdad extrema en México, OXFAM, México, 2015.

[vii] World Inequality Lab, Op Cit.

[viii] O’Neil, Cathy, Weapons of Math Destruction: How Big Data Increase Inequality and Threatens Democracy, Crown New York, 2016.

[ix] Žižek, Slavoj, “Bring me my Philips Mental Jacket”, London Review of Books, Vol. 25 No. 10, 22 May 2003.

[x] BBC Mundo, “Ciudad del Cabo: el «día cero» en el que por primera vez una gran ciudad del mundo podría quedarse sin agua”, http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-42742476

[xi] Lefebvre, Henri, El Derecho a la Ciudad, Capitán Swing, 2017.

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