Saltar al contenido →

La fantasía de la conspiración y sus bases capitalistas

Las teorías de la conspiración han florecido en los últimos años alrededor del mundo y han tomado vuelos políticos importantes al atraer hacia sí a ciertos sectores populares. El ejemplo actual por excelencia es QAnon en EUA, un grupo creado a partir de las teorías de la conspiración, que se convirtió en una base de apoyo político al gobierno de derecha de Donald Trump, a tal grado que asaltaron el Capitolio en 2021 cuando éste perdió las elecciones.

Las explicaciones de la realidad que se sustentan en la conspiración hoy florecen entre la clase trabajadora, y esto es gracias a que el capitalismo brinda un suelo fértil para su surgimiento. La alienación y la dinámica de búsqueda de ganancias son su base.

Marx señala que el proceso de producción capitalista, al separar al trabajador de los frutos de su producto, genera alienación individual a lo largo de la sociedad. Los trabajadores no pueden beneficiarse de su labor, una situación bien conocida, que además abona a la creación de las condiciones de explotación por los mismos trabajadores y que el capital utiliza para su dominación. Yibing Zhang, uno de los estudiosos chinos más importantes de Marx, lo expone claramente:

Los resultados objetivos del trabajo pasado de los trabajadores se convirtieron en realidad en los gobernantes y explotadores de los trabajadores de hoy. El ‘pasado’ creado por los trabajadores se convirtió en el gobernante del ‘presente’ […]. El trabajo acumulado creó necesariamente un poder gobernante transformado a partir de sí mismo: el capital. Ésta es la alienación real del capital y las relaciones laborales.

(Zhang, 2014, p. 481)

De igual manera, la misma dinámica del capital en su búsqueda continua de ganancias hace que no podamos considerar las transacciones dentro del sistema como inherentemente justas, pues cada capitalista individual tratará de sacar siempre algún tipo de provecho para obtener una ganancia mayor por distintos métodos. En la producción, que se funda en la explotación laboral, encontramos el no pago del plusvalor generado por los trabajadores. Como en la circulación de mercancías (en el mercado), en donde las empresas buscan apropiarse de la mayor cantidad de plusvalor generado a costa de los trabajadores y de otras empresas, incluso mediante intercambios desiguales y fraudulentos cuando no pueden competir sólo con mejoras productivas.

Lo anterior implica que los trabajadores están obligados a comprar las mercancías que requieren a precios y con calidades que no pueden corroborar sean las justas; difícilmente pueden constatar que no estén siendo engañados o les estén expropiado sus ingresos. Esto es claro ante la presencia de empresas que buscan, a través de su posición dominante de mercado (como los monopolios), establecer los precios más altos que les brinden los máximos beneficios aun con baja calidad; o bien, mediante el otorgamiento de créditos al consumo de carácter leonino y expropiatorio. Algo de lo cual no están exentos los capitalistas que se enfrentan entre ellos (en la adquisición de materia prima y capital fijo o en el mercado financiero) en la búsqueda de continuar sus procesos productivos y obtener ganancias.

Es importante señalar que tanto los gobiernos como los capitalistas han creado un sinnúmero de mecanismos para disminuir la desconfianza en las transacciones, como los contratos, las normas de calidad o las políticas antimonopolios. Del mismo modo, los gobiernos emprenden políticas salariales o de corte social para facilitar la reproducción de los trabajadores, aliviando así el estado de explotación por el capital. A pesar de ello, el resultado sigue siendo el establecimiento de condiciones de vida agrestes para el grueso de la población, tanto por no recibir el pago de su labor total como por la competencia que crea una desconfianza sistemática que atraviesa toda la sociedad.

La consecuencia de fondo de ambas situaciones es que la agencia que tienen los trabajadores como individuos sobre el curso de sus vidas es limitada brutalmente. Es este contexto lo que los trabajadores experimentan cotidianamente como la no pertenencia a los beneficios del sistema capitalista y el que se vuelve un terreno fértil para las teorías de la conspiración y la construcción de grupos a su alrededor.

En otras palabras, los trabajadores, al no poder enfrentarse de manera individual a la dinámica del capital, obtener los objetos deseados y desenmarañar la no pertenencia a la “sociedad capitalista”, desarrollan una oposición justificada a la misma realidad. Existen muchas maneras de enfrentarse a la sociedad capitalista y sus malestares, como el proyecto socialista. David Harvey lo resume de la siguiente forma: “El trabajo construye la agencia y los instrumentos de su propia dominación (incluida la de la naturaleza) en forma de capital, en la persona del capitalista. Esto prepara el terreno para un proyecto emancipador de negación, primero en su forma burguesa y finalmente en su forma socialista” (2023, p. 210). Por su parte, las teorías de la conspiración crean una fantasía: la figura de un otro detrás que manipula y controla la realidad, que goza sin limitaciones del sistema, que no está castrado, y que es la explicación del porqué las cosas suceden como suceden.

Para los conspiracionistas no es que el sistema capitalista sea injusto por naturaleza, ni que haya malos salarios, pobreza, miseria y riqueza desproporcionada para unos cuantos por las mismas dinámicas y contradicciones que éste genera. Para ellos hay un otro que manipula o controla gobiernos, empresas, medios, etcétera, para beneficiarse del sistema, gozar de él, mientras que al resto se le condena a pesar de los esfuerzos que realiza. De esta manera, la no pertenencia de los trabajadores desemboca en una identidad grupal basada en ser parte de los que conocen la conspiración y saben cómo funciona el mundo… que conocen “la verdad”. Esto en contraposición a un enemigo imaginario: los que conspiran y controlan el mundo.

En la derecha, se utilizan estereotipos como el de la conspiración comunista, la ideología de género o el marxismo cultural, entre otros, que son la fuente de todos los males sociales. Si la dinámica del capitalismo erosiona la familia tradicional o genera resistencia social ante la explotación laboral e impulsa a los obreros a organizarse y a las mujeres a demandar su emancipación, para las teorías de la conspiración de la derecha todo esto parte de una conjura “comunista”. Crean un “fantasma” para que se piense que es el responsable de impedir al capitalismo beneficiar a todos, y a los valores tradicionales, generar armonía social.

El efecto de la adopción de las teorías de la conspiración por los trabajadores es un redoblamiento de la falta de agencia, es decir, al trasladar la responsabilidad a una persona o grupo que conspira, se asigna a éstos la agencia de todo lo que sucede, lo que bloquea la posibilidad de la organización con otros trabajadores, el desarrollo de la conciencia de clase y del papel estratégico que juegan en la lucha contra el capitalismo.

La izquierda no está ausente de las teorías de la conspiración. Por ejemplo, señalan que las élites de las instituciones internacionales, las grandes empresas y los gobiernos manejan toda situación, como las crisis económicas y las guerras, para su beneficio. Si éstas son derrotadas, la revolución sucederá.

Sin embargo, olvidan que los capitalistas individuales y los gobiernos nacionales tampoco son libres, están obligados a actuar así para mantener la acumulación del capital. Las leyes coercitivas del capitalismo los obligan, como Marx lo señaló. Los capitalistas no pueden abandonar la competencia y seguir siendo capitalistas. Por igual, los gobiernos, como parte de esta estructura, están obligados a mantener la estabilidad del sistema, y los capitalistas, a realizar cualquier acción para generar una nueva ola de acumulación ante cualquier crisis económica. Esto no es igual a una gran conspiración mundial para generar crisis económicas y avanzar en sus intereses: las crisis económicas son inherentes a la dinámica del capitalismo.

Un ejemplo de ello es la afirmación de que la pandemia del COVID-19 y su respuesta mundial fueron medidas para beneficiar al capital financiero occidental, ante la inminente crisis económica; una presunta forma de inyectar fondos al mercado de valores y sostener el mercado financiero occidental, y avanzar en medidas de control para establecer un capitalismo autoritario que enfrente la crisis.[1] Esto obvia que la epidemia del COVID-19 es una crisis generada por la misma dinámica del capitalismo en su búsqueda de ganancias en el tráfico de especies exóticas y en la ruptura metabólica de diferentes ecosistemas en el mundo (como había anticipado Mike Davis, 2020, y descrito John Bellamy Foster e Intan Suwandi). Se trató de una pandemia que puso en crisis al capitalismo y llevó a adoptar medidas de emergencia para evitar el colapso económico y social. Que esta crisis haya sido utilizada para avanzar en diversas políticas represivas y los gobiernos mundiales hayan tomado medidas que beneficiaron principalmente a las empresas es su actuar cotidiano es distinto a una conjura de corte mundial.

Cuando la izquierda se rinde a las teorías de la conspiración, renuncia al proyecto de emancipación de la humanidad, y da pie a la creación de enemigos y a una política de derechas, una posición que despolitiza el énfasis en la estructura del sistema capitalista. Como bien señala McGowan:

Cuando resulta imposible superar la contradicción —como debe ser necesariamente, ya que la contradicción es estructuralmente necesaria para toda sociedad y toda forma de subjetividad—, los líderes de izquierda tratarán de identificar un enemigo responsable de la persistencia de la contradicción. Una vez iniciada la búsqueda de un enemigo, dejan atrás el proyecto de emancipación y se embarcan implícitamente en el conservador de convertir la contradicción en oposición. Es sólo manteniéndose firme en la contradicción que sostenemos un goce genuinamente izquierdista.

(2022, p. 90)

La adopción y el florecimiento de las teorías de la conspiración entre la clase trabajadora también es una muestra del fracaso de la izquierda por despertar la conciencia de clase y la acción colectiva.

Esto no quiere decir que no hayan existido o existan conspiraciones reales. Grupos capitalistas y de gobierno actúan a espaldas de la población y se benefician con ello. Mas, también hay organizaciones clandestinas de izquierda que buscan la caída del capitalismo. Las diferencias de acción son sin duda absolutas, como lo muestra la guerra de Irak promovida con evidencia falsa por EUA, Reino Unido y España, en contraposición a los grupos anarquistas que mediante pequeñas acciones buscan derribar gobiernos y al sistema mismo.

Sin embargo, la derecha se beneficia de las teorías de la conspiración para crear un enemigo y movilizar a los trabajadores a su favor. En este sentido, la conspiración comunista y sus diversas vertientes son esenciales para la derecha en la construcción de su identidad, al mismo tiempo que sirve de ataque preventivo contra cualquier intento por alterar el statu quo.

La izquierda no requiere una conspiración para explicar la realidad ni definirse. Busca la salida a la explotación del sistema capitalista que alimenta la conspiración y, así, propiciar la emancipación de la humanidad. Sólo teniendo claro esto último será posible recuperar terreno ante las teorías de la conspiración.


Notas

[1] Vighi en su texto “A Self-Fulfilling Prophecy: Systemic Collapse and Pandemic Simulation” (The Philosophical Salon, 16/08/2021) sostiene que la narrativa de la pandemia fue creada para evitar el colapso financiero del capitalismo. Este artículo llevó a Žižek a señalar que era un escéptico y veía conjuras de fondo, en su texto “Les Non-Dupes Errent(The Philosophical Salon, 20/11/2021). Vighi ha respondido sosteniendo que no es conspiracionista y relajando sus primeras aseveraciones posteriormente.


Referencias

Davis, M. (2020). The Monster Enters: COVID-19, Avian Flu, and the Plagues of Capitalism. New York: OR Books.

Harvey, D. (2023). A Companion to Marx’s Grundrisse. London: Verso Books.

McGowan, T. (2022). Enjoyment. Right & Left. Sublation Press, USA.

Zhang, Y. (2014). Back to Marx: Changes in Philosophical Discourse in the Context of Economics. Göttingen: Universitätsverlag.

Publicado en Blog