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El decrecimiento comunista de Kohei Saito

“Quien crea que el mundo puede seguir creciendo indefinidamente de forma exponencial o ha perdido el juicio o es un economista”

Kenneth E. Boulding

I. Introducción

Desde la década de 1970, el filósofo Wolfgang Harich planteó la cuestión de cómo alcanzar un comunismo que no dependa del crecimiento económico constante en el libro ¿Comunismo sin crecimiento? (Verso, 2023), una obra considerada un clásico del ecosocialismo. En tiempos más recientes, ha surgido una interpretación novedosa de las ideas de Marx en la misma línea: la noción del «comunismo decrecentista», propuesta por el filósofo japonés Kohei Saito. Hasta el momento, el autor ha publicado tres libros, entre los que destaca su manifiesto El Capital en la era del Antropoceno (Penguin Random House, 2022) que ha vendido más de medio millón de copias en Japón y Asia, convirtiendo al filósofo, probablemente, en uno de los marxistas vivos más leídos en la actualidad.

La importancia de su lectura de Marx, tanto teórica como políticamente, permite un diálogo novedoso con diversos movimientos ambientales y con el ecosocialismo; lo que a su vez facilita llevar a cabo una defensa contundente ante diversas críticas al marxismo y una crítica a diversas soluciones ambientales dentro del marco del capitalismo.

En el siguiente texto trataré de recapitular sus principales postulados teóricos y políticos, resumiendo algunos argumentos de su obra, incluida La naturaleza contra el capital (Ediciones Bellaterra, 2022) y Marx in the Anthropocene (Cambridge University Press, 2023). Esto porque El capital en la era del Antropoceno, a pesar de ser su obra más accesible, contiene una serie de afirmaciones y atajos que solo se sostienen y justifican histórica y teóricamente con el desarrollo de sus otros dos escritos. De igual manera, discutiré brevemente sobre lo que considero cuestionamientos y limitaciones de su propuesta.

II. Una nueva lectura de la teoría del metabolismo de Marx

Una crítica recurrente a Marx (y al marxismo) es que carece de una dimensión ecológica y, por lo tanto, es inútil para dar cuenta de los problemas ambientales. Dicho en otras palabras, al filósofo alemán se le achaca que su visión para alcanzar el comunismo requiere dominar a la naturaleza para aumentar la producción y conseguir la abundancia; todo bajo una concepción eurocéntrica y teleológica de la historia. Es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo a la europea en todo el mundo llevará al socialismo y, eventualmente, al comunismo. Críticas que no carecen de justificación si se leen solo algunos textos de Marx y Engels.

Saito desmiente estas críticas a partir de un estudio del desarrollo intelectual de Marx a lo largo de su vida y, en especial, sus libretas de trabajo elaboradas durante sus últimos años de vida –recientemente publicadas como parte del proyecto MEGA 2[1]– que se enfocan en un amplio estudio de las ciencias naturales. De esta manera, el japonés sostiene que Marx sí tenía una concepción desarrollada de los problemas ambientales, no eurocentrista y no teleológica de la historia, además de que, en función de lo anterior, el alemán desarrolló la idea del comunismo decrecentista.

En principio, Saito retoma el concepto de metabolismo desarrollado por Marx, según el cual existe una serie de procesos de intercambio e interrelaciones materiales entre la producción social y la naturaleza, a la que denomina metabolismo entre los humanos y la naturaleza.[2] La mediación entre ambos se realiza a través del trabajo humano. Marx sostiene que «el trabajo es, primero que nada, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso por el cual el hombre, a través de sus propias acciones, media, regula y controla el metabolismo entre él y la naturaleza».[3]

En este sentido, el capitalismo impone una mediación particular del trabajo con la naturaleza a través de la búsqueda de generación de valor de forma continua y sin freno que, a su vez, objetiva a la naturaleza sin tomar en cuenta los límites ambientales para mantener los recursos naturales a lo largo del tiempo. Por tal razón, el sistema productivo capitalista genera fracturas o rupturas en los ciclos naturales, impidiendo el equilibrio. A esto le llama «fractura metabólica», idea que ya había sido recuperada por István Mészáros,[4] John Bellamy Foster[5] y John Burkett,[6] pero que Saito profundiza.

Kohei Saito distingue que la fractura metabólica se da de tres formas: (i) con la disrupción del ciclo material natural, como al extraer el agua de un lago más rápido de lo que se repone naturalmente, provocando su desecación; (ii) con una ruptura espacial, por ejemplo, al extraer recursos naturales de un sitio y llevarlos a otro lejano sin reponerlos, como sucede con la agricultura. Y (iii) con una fractura temporal, que se da cuando el capitalismo premia la producción de corto plazo, impidiendo la reposición de los recursos para futuras generaciones.

Estas rupturas del metabolismo pueden afectar el proceso de acumulación del capital al agotar los recursos finitos de la naturaleza, por lo que el capitalismo puede reaccionar generando «cambios metabólicos» de tres tipos. El primer cambio es uno tecnológico, que permite continuar extrayendo recursos de manera más productiva, pero genera otro tipo de externalidades negativas, como podría ser el caso de la extracción de petróleo mediante fracking, una técnica que permite obtener este combustible de lugares antes considerados imposibles, pero contaminando los cuerpos de agua subterráneos.

El segundo cambio es el espacial, que implica cambiar de sitio y escalas la extracción de recursos naturales, como sucede al cambiar de una extracción de recursos naturales entre el campo y la ciudad en países occidentales, a una extracción de recursos entre el norte y el sur globales, lo que crea un imperialismo ecológico.

Y, finalmente, un cambio temporal, que implica enviar los costos y cargas ambientales a futuro. En otras palabras, obtener las máximas ganancias en el corto plazo, sin importar las consecuencias ambientales para las siguientes generaciones, como resume la frase: «Después de mí, el diluvio».

A esta capacidad del capitalismo de modificar su relación metabólica con la naturaleza, Saito también le llama la «potencia elástica del capital» ante las crisis, que se basa en las características del mundo material que pueden ser explotadas de manera intensiva o extensivamente según las necesidades propias del capital para superar las barreras de la acumulación. «De ahí la explotación de la naturaleza entera, para descubrir nuevas propiedades útiles de las cosas; intercambio universal de los productos de todos los climas y países extranjeros; nuevas elaboraciones (artificiales) de los objetos naturales para darles valores de usos nuevos».[7] La teoría del metabolismo de Marx, entonces, es la base para que la economía política contemple los problemas ambientales dentro del capitalismo.

Por otro lado, Saito recuerda que Marx adoptó posiciones anticolonialistas y que al final de su vida estudió a las sociedades arcaicas europeas y no-occidentales, en las que encontró ejemplos de sistemas de producción comunitaria y con cierto equilibrio natural que no implicaba una ruptura del metabolismo con la naturaleza. Por ejemplo, las comunidades antiguas germánicas en donde alcanzaron un estado estacionario de la producción, que incluía rígidos controles sobre la tierra y sobre el comercio fuera de la comunidad, lo que les permitía preservar el ciclo de nutrientes en la agricultura y evitar, así, generar una fractura metabólica.

A lo anterior, el filósofo japonés agrega una relectura ambiental de la correspondencia entre Marx y la revolucionaria rusa Vera Zasúlich, quien le pregunta sobre las posibilidades de que las comunas agrícolas rusas sirvan de base para la revolución socialista o si es necesario pasar primero por el capitalismo. Ante lo que Marx responde que el modelo de desarrollo histórico que planteaba en El Capital solo se refería a los países europeos de Occidente donde el modo de producción capitalista se encontraba totalmente establecido[8] y que es posible utilizar las comunas rusas como base del comunismo (al regirse estas por formas comunes de propiedad), es decir, para dar paso a una «forma superior de la propiedad colectiva».[9]

Con estas referencias teóricas, Saito señala que Marx rompió con la idea del progreso lineal de la historia y el eurocentrismo. Más aún, el siguiente pasaje de uno de los borradores de respuesta a Zasúlich le permite plantear al japonés[10] su tesis de que Marx desarrolló la idea de comunismo decrecentista:

En una palabra, frente a ella [esto es, frente a las comunidades campesinas rusas] se encuentra el capitalismo en crisis que solo se acabará con la eliminación del mismo, con el retorno a sociedades modernas al tipo «arcaico» de la propiedad común o […], libre de toda sospecha de tendencias revolucionarias, […] «el nuevo sistema» al que tiende la sociedad moderna «será un renacimiento, en una forma superior, de un tipo arcaico».

A partir de considerar que el retorno a formas superiores del tipo arcaico incluía la idea de regresar a un modelo de producción que fuera sostenible –basado en el ejemplo germánico–, Saito deduce que Marx, en los últimos tres lustros de su vida, había desarrollado la idea del comunismo decrecentista. Es decir, Marx habría dado un giro teórico importante al final de su vida, incluso, según Saito, de corte epistemológico, en donde propondría alcanzar un comunismo que permitiera reparar la fractura metabólica generada por el capitalismo, lo que solo es posible alcanzar con el decrecimiento productivo.

Esta idea, sin embargo, se había perdido, de nuevo según Saito, a causa de las diferencias teóricas con Engels en torno al concepto de metabolismo. Y es que, para poder crear una obra accesible a los movimientos proletarios del mundo y, con ello, fortalecerlos, Engels hizo que en la edición de los tomos II y III de El Capital, Marx dejara el concepto de lado y no considerara lo desarrollado en sus libretas de trabajo.

III. El decrecimiento comunista

Con esta base teórica, en El Capital en la era del Antropoceno, Saito aborda el problema del cambio climático provocado por el crecimiento sin control de emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la producción capitalista. Emisiones que, además, se han incrementado desde 1989 hasta la actualidad, un periodo en el que se ha quemado la mitad de los combustibles fósiles[11] y que notoriamente coincide con la caída del muro de Berlín, el inicio de la caída del bloque socialista y el establecimiento de la hegemonía mundial del neoliberalismo.

Al respecto, Saito considera que gran parte del peso de este fenómeno se debe a que los países occidentales desarrollados han establecido un «modo de vida imperial». Es decir, el modo de vida de los países desarrollados se basa en el saqueo de los recursos naturales y energía del «sur global», al que transfieren los costos ambientales.

Por esta razón los países desarrollados no son un modelo de sustentabilidad importante, por lo que se debe evitar caer en la «falacia de los países bajos», que «consiste en creer que los problemas medioambientales se han solucionado gracias al crecimiento económico y el desarrollo tecnológico, ignorando las transferencias de las cargas y los costes a la periferia».[12]

Ante la grave situación del cambio climático, se requiere actuar rápidamente para evitar que se cumplan las peores predicciones. Pero para Saito es claro que las soluciones dentro del capitalismo, como la búsqueda del desacoplamiento de gasto energético (que implica reducción de emisiones) y crecimiento económico son imposibles.

Por un lado, la reducción de emisiones debería de ser superior al 10% anual, un escenario que es inalcanzable si se cuenta la tendencia creciente de emisiones y mucho menos si se le deja al mercado global. Por otro lado, el capitalismo se encuentra en una fase de reacoplamiento, en donde todas las ganancias en ahorros energéticos se traducen en mayor productividad y mercancías más baratas, aumentando el consumo total y el gasto energético (lo que se conoce como la paradoja de Jevons). Incluso, dentro de la misma crisis, el capitalismo puede seguir funcionando gracias a la potencia elástica del capital en la explotación de la naturaleza. Mientras que el modelo puede beneficiarse de la destrucción de la naturaleza hasta que gran parte del planeta sea inhabitable.

De esa manera, y debido a lo anterior, el filósofo japonés considera que el cambio climático es prácticamente inevitable y vislumbra cuatro escenarios futuros:[13]

  1. Fascismo climático, donde los Estados nacionales protegerían a los ricos del resto de la población con todos sus medios disponibles.
  2. Barbarie, que se daría a partir del hambre y la pobreza mundial, que generaría una sublevación de las masas y llevaría al caos mundial.
  3. Maoísmo climático, donde las naciones adoptarían medidas autoritarias contra el cambio climático y la desigualdad, por lo que el libre mercado y los postulados liberales se abandonarían globalmente.
  4. Opción «X», donde surgiría una sociedad basada en la ayuda mutua del tipo democrático, voluntariamente desarrollada por cada uno de los individuos para afrontar así la crisis climática.

Es en este último en el que Saito coloca al comunismo decrecentista, pues se trata del único que asegura la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para evitar la catástrofe del cambio climático; así como el único escenario que permitiría reparar las fracturas metabólicas generadas por el capitalismo en el largo plazo. El comunismo decrecentista estaría basado en cinco pilares:

  • Remplazar la economía actual por otra basada en el valor de uso y abandonar la producción y el consumo en masa. En otras palabras, remplazar la producción capitalista actual por una enfocada en las necesidades de las personas (valores de uso) y no una en los valores de cambio que genera escasez artificial. Esto también implica abandonar la visión capitalista de riqueza –que cuantifica mediante el valor de cambio (monetarios)– para adoptar una visión de riqueza social más amplia, como la conceptualizaba Marx, basada en la cultura, las habilidades, el tiempo libre y el conocimiento. Esto incrementaría la abundancia de la riqueza generada por la sociedad, aunque la escasez natural nunca será superable.
  • Mejorar la calidad de vida reduciendo las horas de trabajo. No solo se trata de reducir la jornada laboral al mínimo de tiempo necesario al día, también incluye eliminar los trabajos prescindibles («Bullshit Jobs» como los nombra David Graber), prohibir a diversas actividades abrir las 24 horas, reasignar empleos a actividades necesarias, entre otras cosas.
  • Acabar con la uniformización que implica la división del trabajo y recuperar la creatividad. Esto con el fin de eliminar la oposición entre trabajo manual e intelectual, de tal manera que el trabajo sea atractivo y permita la auto-realización. Una forma de eliminar la alienación del trabajo, que va en conjunto con el siguiente pilar.
  • Avanzar en la democratización del proceso de producción y desacelerar la economía, es decir, regresar los medios de producción a los trabajadores. Lo que también implica decidir democráticamente qué, cómo y cuándo se produce. Esto debe venir acompañado de la prohibición de monopolios tecnológicos privados, que impiden la democratización del proceso de producción.
  • Avanzar hacia una economía del valor de uso y revalorizar las industrias intensivas de mano de obra, es decir, revalorizar socialmente el trabajo de reproducción social que, por su impredecibilidad e irregularidad, no se pueden automatizar. Trabajos como la educación o la enfermería, entre otros, a los que se deberá dar una mayor importancia social.

La consecución de estos pilares da paso al comunismo, al dotar de agencia a los trabajadores. Además, mejora los mismos trabajos humanos y permite reparar la fractura metabólica, pues disminuye la velocidad de la producción y la necesidad de realizarla de manera continua.

Saito ofrece diversos ejemplos que podrían servir de base para alcanzar dicho objetivo, como el movimiento municipalista de Fearless Cities, las asambleas ciudadanas de Francia, el zapatismo, Vía Campesina o la South African Food Sovereignty Campaign. Experiencias que deben de difundirse a través de redes internacionales para generar un cambio radical. Del mismo modo, acepta que los Estados pueden servir para alcanzar dichos objetivos, pero la viabilidad de lo anterior requeriría, según Saito, renovar la democracia parlamentaria mediante la gestión de la producción de lo común, del municipalismo y con asambleas ciudadanas. Lo cual sería «el auténtico proyecto trinitario de superación del capitalismo, renovación de la democracia y descarbonización de la sociedad».[14]

IV. Las implicaciones del comunismo decrecentista

Sin duda, la obra de Saito es una de las interpretaciones más osadas que se haya realizado de Marx. De hecho, hace grandes contribuciones al analizar sus cuadernos de trabajo, sus estudios de ciencias naturales y sus estudios antropológicos para ligarlos con discusiones de otros autores marxistas. Su contribución al profundizar la teoría del metabolismo es, con certeza, muy útil para la discusión de las crisis ambientales actuales generadas por el capitalismo. Y, de la misma forma, deja claro que existen límites en la relación metabólica entre la humanidad y la naturaleza, que son transhistóricos y que deben de ser tomados en cuenta para la construcción de cualquier alternativa postcapitalista.

No obstante, sobre su desarrollo teórico y político, encuentro al menos cinco problemáticas que valdrían discusiones amplias.

La primera consiste en que las evidencias que presenta para sostener que, al final, Marx estableció una teoría de un comunismo decrecentista, son débiles o cuestionables. Incluso, hay una inconsistencia en los textos de Saito, pues en algunos pasajes sostiene que el alemán avanzó hacia el decrecentismo productivo, dándole una atribución directa, mientras que en otros admite que es su interpretación de Marx, quien nunca dejo nada elaborado en este tenor.

De tal forma, menciona: «Es cierto que Marx no dejó plasmada en ningún sitio, de forma expresa y concreta, la imagen del comunismo decrecentista. Pero esta idea, como punto culminante de las reflexiones del último Marx, emerge simplemente al ir conectando sus investigaciones en ciencias naturales y de las comunidades que se encuentran dispersas en los documentos recopilados en MEGA».[15]

Me parece que una manera de zanjar esta discusión es aceptar que se trata de una interpretación y lectura de Kohei Saito que vale la pena discutir. De lo contrario, se puede caer fácilmente en discusiones poco productivas en torno a que Marx jamás escribió algo al respecto y, con ello, descalificar rápidamente su propuesta sin tomar en cuenta lo que tiene que decir.

En segundo lugar, la idea del comunismo decrecentista requiere mayor refinación en términos prácticos a escala global. De inicio, parece que abarca a todo el mundo, lo que sería poco atractivo para los países «en vías de desarrollo». Si bien Saito reconoce la existencia del «modo de vida imperial», los países más industrializados y desarrollados en términos capitalistas les transfieren las cargas ambientales a los países menos desarrollados, que se encuentran en eslabones inferiores de la cadena imperialista. Dicho en otras palabras, se les extraen recursos naturales y se les transfieren los problemas asociados a la extracción capitalista, mientras que el cambio climático les impactará de mayor manera, siendo que los países desarrollados son los principales generadores de la crisis ambiental.

En ese sentido, el japonés parece no reconocer que todavía es necesario cubrir las necesidades mínimas de millones de personas en el mundo, quienes carecen incluso de los servicios básicos más esenciales. En consecuencia, aún es necesaria una producción amplia de bienes y servicios en el mundo para proveer de agua, techo, medicinas y comida, entre otras cosas.

Por otro lado, aunque acepta que debe de mantenerse la producción con excedentes contemplando las necesidades derivadas de emergencias, desastres e incluso guerras, así como en sectores necesarios, la propuesta no refleja esto en el desequilibrio global generado por el imperialismo ecológico. Incluso, critica la idea de Kate Raworth de redistribución de recursos de los países más desarrollados a los menos desarrollados, para aliviar la desigualdad y sin aumentar las cargas ambientales (en un entorno capitalista), pues «pretender que los países subdesarrollados sigan la misma senda de desarrollo que los países del primer mundo para que estos puedan seguir despilfarrando recursos y encontrando mercados en los que vender sus productos no es sostenible se mire por donde se mire».[16]

En otras palabras, no es claro que alcanzando el comunismo sea posible siquiera comenzar con políticas decrecentistas a nivel global, cuando las condiciones materiales de millones no lo permiten y hasta parecen dar pie al segundo escenario: la barbarie.

En tercer lugar, la situación anterior deriva en que la propuesta no sea atractiva en términos políticos para millones de personas que carecen aún de lo más básico, o en sectores que pueden perder empleos y nivel de vida en una transición ecológica, como podría ser la industria del petróleo. La respuesta de Saito, contemplando la población de países desarrollados, es que el acto revolucionario sería el «autocontrol voluntario».[17]

Sin embargo, ¿es posible que sea atractivo políticamente para la población? Contrastemos con el Green New Deal, al que Saito critica por proponer un keynesianismo verde, es decir, mantener un carácter productivista al infinito que no reconoce los límites naturales y la emergencia ambiental.[18] No obstante, esta propuesta política sí reconoce que se requiere una transición que genere empleos (verdes) y que cubra las necesidades de millones, lo que ha sido una de las razones que ha resultado tan atractiva para ciertos sectores.

Esto es un elemento que requiere resolver el comunismo decrecentista: su atractivo político. Lo que puede ser difícil de conciliar cuando, al mismo tiempo que propone reasignar empleos (Pilar 2), propone la democratización de la producción (Pilar 4). Situación que, si no se resuelve, haría muy difícil reasignar empleos (de forma obligatoria) de sectores que actualmente son altamente contaminantes y bien remunerados, tanto material como socialmente, a sectores menos atractivos.

Es cierto que si hubiera un cambio del capitalismo al comunismo, se dejarían de producir ciertos bienes como los de lujo, las armas o productos de consumo superfluos, lo que implicaría el decrecimiento en ciertos sectores. No obstante, cubrir materialmente las necesidades de millones requiere indudablemente de una mayor producción de muchos sectores de la economía. Esto implica que la obra de Saito demanda aún una teorización más profunda sobre la ruptura espacial entre los países más desarrollados y los menos desarrollados y las necesidades básicas insatisfechas de millones.

En cuarto lugar, Saito acepta la importancia de la tecnología y la necesidad de su uso con el propósito de enfrentar la crisis climática sin caer en un prometeísmo técnico. Así, menciona: «Después de todo, es sin duda necesario intervenir y modificar el mundo natural para hacer frente al cambio climático actual. El reconocimiento de la naturaleza es clave para no caer en la ilusión del control absoluto de todo el ecosistema. Requiere que los humanos convivan con la irreductible otredad de la naturaleza».[19]

Al respecto, existe una cuestión abierta y no resuelta sobre el uso de las fuerzas productivas existentes, su continuo desarrollo y la escala de su aplicación sobre los problemas ambientales en el marco del decrecimiento. Esto debido a que hay una serie de problemas que quizá requieren de intervenciones de gran escala con amplio impacto ambiental, tanto para cubrir necesidades básicas como para cerrar o reparar la brecha metabólica.

Del mismo modo, cabe cuestionar si ciertas tecnologías son necesarias a largo plazo, ya que por su escala productiva no serían decrecentistas. Un posible caso es la energía nuclear, que ha demostrado ser una alternativa a las energías fósiles, pero que no deja de requerir grandes escalas de inversiones ni deja ser altamente riesgosa –como demuestran los casos de Fukushima y Chernóbil– o que permiten la creación de armamento nuclear.

Por ello, desde el decrecimiento habría que preguntarse si debería mantenerse esta tecnología o si se desmantela. La última opción, no obstante, requeriría una enorme cantidad de diferentes recursos y capacidades técnicas tan solo en la descontaminación y almacenamiento de materiales radioactivos. Lo que de nuevo implicaría un crecimiento de ciertos sectores encargados a dicha tarea. De optarse por la primera opción, también sería menester un continuo desarrollo tecnológico y crecimiento de dicho sector. Una situación que no parece ser del todo compatible con el decrecimiento.

Con lo anterior no quiero decir que concuerde con visiones como las de un Comunismo de lujo totalmente automatizado, de Aaron Bastani,[20] que abandera soluciones tecnológicas que lograrían la abundancia y la prosperidad humana. De hecho, es necesario aceptar que siempre habrá efectos que escaparán de nuestras manos cuando se intervenga en la naturaleza. Cuanto más grandes sean las intervenciones que deseemos hacer, como la terraformación, los efectos adversos podrían ser de escala impensada. Por lo que habrá que ser ampliamente cuidadosos con las soluciones tecnológicas.

Finalmente, el decrecimiento requiere de niveles de coordinación a nivel nacional e internacional que solo se pueden lograr mediante acuerdos estatales o internacionales a gran escala. Por ejemplo, en el desarrollo de grandes proyectos de infraestructura de forma rápida para dotar de agua. Algo que el municipalismo del tipo que abandera puede generar problemas de coordinación y fragmentación de las decisiones y que, además, no son un obstáculo menor. Los ejemplos alrededor del mundo de zonas metropolitanas fragmentadas políticamente por división municipal que les impiden avanzar en proyectos a gran escala son bien conocidos.

V. Comentarios finales

En este texto he tratado de resumir el desarrollo de Kohei Saito, presentando las bases de su construcción teórica de ecosocialismo, así como su propuesta política del decrecimiento comunista. El autor contribuye con detalles históricos y teóricos desarrollados a través de tres libros que deben de discutirse, puesto que pueden ser muy fructíferos y productivos para conectar con otras posiciones políticas ambientalistas y renovar la teoría marxista.

Además, Saito recuerda en sus textos que la crítica de la economía política es un trabajo inacabado, por lo que es necesario regresar a Marx, discutirlo sin dogmatismos y recuperando la lectura de sus libretas de trabajo, como también lo han hecho Marcello Musto[21] o Kevin Anderson[22] recientemente. En conclusión, regresar a Marx es necesario de nueva cuenta para enfrentar las crisis ambientales contemporáneas de la humanidad.

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[1] Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA 2) es el proyecto de recopilación y publicación de todos los escritos de Karl Marx y Friedrich Engels.

[2] Saito, Kohei (2022), La naturaleza contra el capital, Ediciones Bellaterra, Barcelona, p. 336.

[3] Saito, Kohei (2023), Marx in the Anthropocene, Cambridge University Press, p. 19.

[4] Mészáros, István (1995), Beyond Capital: Toward a Theory of Transition, Monthly Review Press, Nueva York.

[5] Foster, John Belamy (2000), Marx’s Ecology: Materialism and Nature, Monthly Review Press, Nueva York.

[6] Burkett, Paul (1999), Marx and nature: A red and Green Perspective, Palgrave, Nueva York.

[7] Saito, Kohei (2022), La naturaleza contra el capital, Ediciones Bellaterra, Barcelona, p. 131.

[8] Es importante aclarar que Marx investiga en El Capital las leyes generales del modo de producción capitalista, lo que implica que aplica para todo país o territorio donde se haya desarrollado el capitalismo. No que solo esté limitado a Europa Occidental, de ahí la gran vigencia y actualidad de Marx en nuestros días.

[9] Musto, Marcello (2020), Karl Marx 1881-1883. El último Viaje de Moro, Siglo XXI, México, p. 90.

[10] Saito, Kohei (2022), El Capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House, Barcelona p. 159.

[11] Saito, Kohei (2022), El Capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House, Barcelona p. 33.

[12] Saito, Kohei (2022), El Capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House, Barcelona p. 30.

[13] Saito, Kohei (2022), El Capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House, Barcelona.

[14] Saito, Kohei (2022), El Capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House, Barcelona p. 303.

[15] Saito, Kohei (2022), El Capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House, Barcelona p. 170.

[16] Saito, Kohei (2022), El Capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House, Barcelona p. 91.

[17] Saito, Kohei (2022), El Capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House, Barcelona p. 232.

[18] Saito, Kohei (2022), El Capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House, Barcelona p. 81.

[19] Saito, Kohei (2023), Marx in the Anthropocene, Cambridge University Press, p. 131.

[20] Bastani, Aaron (2019), Fully Automated Luxury Communism: A Manifesto, Verso Books, London.

[21] Musto, Marcello (2020), Karl Marx 1881-1883. El último Viaje de Moro, Siglo XXI, México.

[22] Anderson, Kevin. B. (2016), Marx at the Margins on Nationalism, Ethnicity, and Non-Western Societies, The Chicago University Press.

Publicado originalmente en Para la Voz.

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